Asisto desde hace bastante tiempo atónito y dolorido a uno de los ataques más voraces que he visto contra la libertad de expresión, de creación y la cultura. El director de cine vasco Julio Medem osó realizar un documental, La Pelota Vasca, sobre la terrible situación política y humana que se vive en Euskadi. Para desgracia de Medem, se colocó fuera de la línea de pensamiento único que sobre el tema está impuesta. Y todo aquel que se sale de la misma es inmediatamente tachado de colaboracionista con ese terrorismo.
Siempre he odiado los pensamientos únicos, sean de la clase que sean, y vengan de donde vengan. La AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo) tiene absolutamente toda la representatividad para dar su opinión sobre estos temas, faltaría más. Pero su grado de politización actual hacia una de las únicas maneras de vivir y sufrir el problema no les otorga toda la razón. Jaleados por el Gobierno y elementos de dudoso espíritu democrático la emprenden contra todo aquel que no cuadra con todos sus pensamientos.
El documental de Medem recibió el apoyo y cariño de muchas víctimas del terrorismo, que lo hicieron de corazón. He llegado a escuchar cómo esas víctimas eran tachadas de indignas. O sea, que en esto también hay varias clases. Tiemblo.
Medem redactó ayer un comunicado angustioso (recomiendo encarecidamente leerlo), con motivo de lo que se está preparando para esta noche en su contra en la entrega de los premios Goya. ¿Es justa la exigencia de que quien el año pasado protestó contra la guerra de Irak lo tenga que hacer ahora, al mismo nivel, contra Medem, so pena de ser considerado un colaboracionista?
La frase más repetida estos días es que el hecho de ser víctima no te da automáticamente toda la razón. Pero lo terrible es que el hecho de que yo esté escribiendo estas frases me convierte a los ojos de muchos en un paria.
Pues que así sea. Julio, a por el premio!
Suena la corriente: "de-loused in the comatorium" - The Mars Volta