Ay, la vanidad, la vanidad, qué malas pasadas juega! Pero en según qué días (y hoy es uno de esos, que por detestable nunca debió amanecer), esas malas pasadas (ajenas, por supuesto), me producen un indescifrable placer.
El caso es que uno de los grandes jetas del rock’n’roll se ha cabreado. Y parece que mucho, para mi regocijo. John Lydon era el cantante de P.I.L. (mmm, "This is not a love song", qué recuerdos!). Pero claro, antes se hacía llamar Johnny Rotten y berreaba con unos chiquitos de nombre Sex Pistols. ¿Suenan? Fueron el "gran timo del rock’n’roll", como él mismo y su compinche Malcolm McLaren se autodenominaron. Pero antes de que se me echen encima las huestes punkies, diré en mi descargo que yo también disfruté de ellos y de la inocencia salvajemente suicida de Sid Vicious.
El caso es que llevaba bastante tiempo fuera de juego el tal Lydon, y ha decidido que una peli con su vida sería lo más apropiado para recuperar un poco del glamour perdido. Y que Guy Ritchie, el maridito de Madonna, es el director ideal. Pero nunca contó con que éstos le respondieran que no tenían ni idea de quién coño era.
¿Cómo? ¿Cómo que quién soy yo? ¿Uno de los personajes claves en la historia de la música? ¿El dios del engreimiento? ¿Quiénes se han creído estos dos que son?
Cuando unos días después aparecía la Ciccone con un cinturón de los Sex Pistols, ya fue la gota que colmó el vaso para el pobre ego de Lydon, que vio el cielo abierto para poder despotricar a conciencia sobra la parejita de marras (cosa que también me produce placer, por supuesto).
Pero si nos fijamos, todos, todos, dicen o quieren ser quienes no son. ¡Miserias humanas! (creo que me quiero convertir en ave, por ver si contagio a unos cuantos la dichosa gripe).
Suena la corriente: "Never mind the bollocks" - Sex Pistols