Hay días en que todo es cuesta arriba. El cuerpo parece que ha dicho basta, se niega a funcionar como una máquina engrasada, chirría por todos lados, nada embraga (de embragar, eh, que no va con segundas intenciones).
Tratas de buscarle explicación, entender qué es lo que está pasando. Vale, la semana pasada fue un tute excesivo de trabajo, viajes, reuniones. El viernes por la noche casi levito de gusto al meterme en la cama.
El sábado te crees un hombre nuevo. Tienes visita de alguien muy querido, y Paul Collins a todo volumen ameniza la ducha. Pensar en Ella también reconforta. Fantásticos planes.
Y el lunes lo encaras con otras miras, sabiendo que realmente es un miércoles. Pero algo dice basta. Algo se niega a que las piezas encajen. Coño, que el motor no arranca. Espero que sea momentáneo, porque de seguir así no tengo ni idea de cómo diablos voy a llegar al miércoles (santo o no, que eso es lo de menos).
Al menos me quedan gotitas de humor. Negro, por supuesto. Así que me dedico en la oficina a anunciar mi inminente ataque cardíaco que les va a dejar con las lágrimas a flor de ojos, comprendiendo de una vez lo mayúsculamente imprescindible de mi presencia.
Y claro, luego uno lee cómo tu dragador particular te agradece el que navegues, y más ganas de largarte a celebrarlo te entran. Porque los ríos necesitan que una draga limpie su fondo para que el agua siga fluyendo. Y ese Cielo Vacío muchas veces ha dragado este río rojo, que alguna vez ha parecido arroyo. Por eso se lo agradezco.
En fin, que lo único que quiero es agarrarme a Ella y bailar, bailar, baliar ("soñar con los pies").
Y escuchar guitarras. Que hoy estoy de lo más ochentero, y quiero al Collins, a los Replacements, a los Plimsouls, a los Fleshtones, a los Attractions,…
¿Alguien tiene algo que haga llevadero estos tres días que quedan?
Suena la corriente: "The Beat" - Paul Collins' Beat