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viernes, 4 de junio de 2004

Miserable

Estimado Sr. Alfredo Sáenz (Vicepresidente y Consejero Delegado del Santander):

La verdad, estoy asombrado de lo listo que es usted. Vamos, porque no se ha metido a político, que si no tendría mi voto.

El caso es que esa estupenda idea que ha tenido usted sobre la necesidad de desmontar el estado del bienestar (que, por otra parte, ya es un eufemismo en sí mismo esta expresión), me ha sobrecogido. Eso de desmantelar la seguridad social, el subsidio de desempleo, otros subsidios, las horas trabajadas, la movilidad…, vamos, ideas más que brillantes.

Y es que es lógico que seres como yo, que alguna vez han tenido que cobrar el paro, acercarse a un hospital público, pedir créditos o ayudas oficiales, pues le produzcamos repugnancia. Y eso que he de reconocerle que estoy en una posición bastante acomodada, y provengo de una familia sin mayores problemas económicos. Que ya imagino que quien haya tenido menos suerte que yo en la vida, no es que le repugne, es que le dará un asco absolutamente inimaginable. Tal vez habría que gasearlos, ¿no?, para que no le acerquen malos olores, digo.

En fin, que propone esa ley de la jungla, esa selección natural, en la que el que no tenga sus 60 millones de euros en un plan de pensiones (que si la prensa dice que usted los tiene, pues entonces, y dada la calaña ética de personajes como usted, no dudo que será mucho más), pues que desaparezca.

En fin, se me ocurren muchas cosas que decirle. Pero prefiero callar. Y yo también tengo sueños. Muchos de ellos, no cumplidos.
Y uno de mis sueños más bonitos era haberle visto a usted (y acaso su familia), en un tren de cercanías, temprano en la mañana, en la estación del Pozo del Tío Raimundo, un jueves 11 de Marzo de, pongamos por caso, 2004. Una lástima, sí señor.



Suena la corriente: "Bastard" - Ian Hunter