sábado, 4 de septiembre de 2004

Popeye satisfecho

Durante este corto (cortísimo) periodo de vacaciones por fin le he hincado el diente al libro "Rolling Stones. Los viejos dioses nunca mueren" de Stephen Davis que tenía aparcado desde hace tiempo. Y no, no quiero hablar de la deleznable traducción (porque he de suponer que su original inglés tendrá mayor respeto gramatical).

Que a los Stones, empezando por el propio Keith Richards, nunca les gustó "(I can't get no) Satisfaction" es algo que ya era sabido. Pero desconocía los sabotajes internos que ya empezaban a producirse.

El siempre magnético y llorado Brian Jones cada vez estaba más a disgusto con el alejamiento estilístico que se iba imponiendo respecto a su primigenio e incendiario rhythm & blues. Y odiaba esa canción. Cuando cerraban sus conciertos con ella, utilizaba su guitarra o su armónica para atacar con una contramelodía de fondo, que para él era a lo que sonaba Satisfaction: Popeye el marino soy... (siempre he pensado que el ácido de aquella época debía ser gloria bendita). Ver cómo Mick y Keith se subían por las paredes del cabreo debía ser impagable.

Hoy, Ella, desde el exilio que nos separa, me ha mandado al móvil la melodía de Popeye, que ya siempre sonará cuando sea el suyo el que me llame. Teniendo en cuenta que siempre he considerado a las espinacas del marino tuerto como el primer caso de doping publicitado, busco por los altillos de mis armarios mi vieja armónica, para "contramelodear" a labio batido.

Y alguien me grita "abuelo, bájese de la escalera, que se nos va a desgraciar!".

Y que quede constancia que a mi, la versión primitiva, la del 65, me encanta (no, por nada, no sea que el bueno de Kizz se me soliviante y emprenda acciones extrajudiciales).



Suena la corriente: "Singles Collection: The London Years" - Rolling Stones