Leo en el periódico una frase que me hace salir de mi habitual (último) letargo:
"Pobre Europa, los maricones son mayoría".
Si estar en contra de tipejos como Berlusconi y la bazofia humana que atiende por sus ministros es ser maricón, por supuesto que lo soy, somos muchos los maricones.
Si estar en contra de los ángeles exterminadores que se juntaron en las Azores (Barroso estaba olvidado, y es de la misma calaña) es estar en contra de la libertad, lo estoy.
Si estar a favor de un aborto libre, uniones entre quienes se amen y adopciones realizadas desde el corazón, es ser un fundamentalista ateo, lo soy.
Si sentir vergüenza ajena por los desfiles de exaltación militarista, por mucho que me los quieran vender como ejemplo de concordia, me convierte en un vendepatrias, lo soy.
Si más de la mitad de las veces que leo la prensa y veo las noticias, me cabreo, y eso es que soy un amargado, pues lo soy.
No tengo banderas ni patrias, más allá de las prendas y el lecho que comparta con Ella.
No tengo ningún tipo de fe, más allá del cariño por mi gente.
No siento ningún himno, más allá de la música que me acompaña (lagrimita por la muerte hace unos días de Bruce Palmer, bajista de los inolvidables Buffalo Springfield).
En fin, seguiré aquí, con mis soledades.
Suena la corriente: "Do I have to come right out and say it" - Buffalo Springfield