Ay, la nostalgia! No deja de ser un caparazón en el que resguardarnos cada cierto tiempo. Y por ello muchas veces poco recomendable. Se suele estar tan a gustito.
El caso es que no hace mucho, buscando nuevos afluentes para este río, me encontré con un ramal que casi hizo que se me saltara alguna lagrimita. Todo el mundo tiene jirones de su pasado enganchados por las esquinas.
Y Derribos Arias son una parte muy importante de ese pasado que aún es presente. Cuando la gente se decantaba por grupos pop, punk, siniestros, babosos, las lloradas "hornadas irritantes", ellos amalgamaron lo mejor de cada casa con ese toque desquiciado tan particular. Lograron llevar la locura intrínseca del rock a límites difícilmente controlables.
Comandados por el donostiarra Poch, uno de los personajes más fascinantes que haya pisado un escenario, con su inseparable Alejo Alberdi, y el contrapunto del bajo de Juan Verdera (la formación clásica), fueron una excitante disonancia en el panorama musical del momento.
Personalmente siempre les consideré una especie de Velvet Underground propia, capaces de no tomarse en serio, sorprendidos ante la simple posibilidad de que pudieran llegar trascender, caóticos en escena, brillantes compositores de piezas pop desequilibradas, magnéticos sin proponérselo.
Poch dejó de navegar en 1998, víctima de una enfermedad degenerativa y hereditaria. Pero yo no recuerdo eso. Prefiero verle en el escenario de Rock-Ola, con su andrajosa gabardina y sus gafas sujetas con esparadrapo.
Y por supuesto, escuchando su ciertamente desaliñada discografía, que nunca hizo honor a lo que no pocos pudimos disfrutar en directo.
Y hoy, un día de frío, de niebla, de lluvia, recordando a algún amigo muy querido que lo está pasando muy mal, a otros amigos muy, muy queridos que tratarán de desbarrar en otro escenario, en fin, a toda mi gente de la que a veces me siento muy lejos, trataré de esbozar una sonrisa:
"Prefiero estar un poco shiego
que ver todo como es…"
Suena la corriente: "Branquias bajo el agua" - Derribos Arias