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martes, 14 de diciembre de 2004

Mi gentuza

Pues sí, decía "ayer" aquello de que en el kiosko no todos los coleccionables son puro deshecho, cuando el domingo me encuentro otro incunable, otro imperdible para mi nostalgia.

La competencia (claro está) se marca esta vez el título más querido por mí de toda la filmografía del omnipresente Almodóvar. Ya sé que no será su mejor película, pero Laberinto de Pasiones, casi como último paso antes de su etapa, llamémosle, madura, supuso una bofetada en una ciudad que a duras penas aún se sacudía la caspa.

Y es que para los que en aquella época nos bebíamos la barra del Rock-Ola, las persianas de La Bobia, en el Rastro madrileño (mientras comprábamos el último vinilo o la chapita más nueva) o los deliciosos cutre-pubs de Malasaña, ver a toda esa gentuza en una pantalla grande, en un cine a oscuras, era un auténtico placer. Al menos les considerábamos nuestra gentuza.

Y por supuesto que hay escenas que ya están grabadas. Como el enorme Luis Ciges en pleno incesto semanal, la turbadora Sexilia (Cecilia Roth era algo más que una musa), o mi añorado Poch vendiendo a puerta fría.
Eran nuestra gentuza.

Hace ya tiempo que no he vuelto a verla. Y reconozco que me pregunto qué tal habrá envejecido. Pero qué más da. "Arrebato" me daba el mismo miedo, y me desasosegó de la misma manera. Además, qué coño importa. Como dijo Almodóvar: "Una película que no aportará nada a la cultura de nadie".

Y nadie buscaba ser cultura.
Los chicos querían diversión.



Suena la corriente: "Dios salve al lehendakari" - Derribos Arias