Hoy no me la puedo quitar de la cabeza. Una y otra vez da vueltas. Veo imágenes, fogonazos, pero hace tanto tiempo, y no está revisionada, que a veces dudo si son reales.
Más bien reales dentro de la ficción. Pero en su momento fue una película fetiche. Aún hoy lo es, a pesar de tenerla casi olvidada.Down by law.
Tres desheredados, tres perdedores, tres pobres (grandes) hombres. Coinciden en una celda. John Lurie, el alma de los fríos/calientes (gélidos/ardientes) Lounge Lizards, creadores de un jazz tamizado de pop y rock, banda por la que fueron girando luminarias como Arto Lindsay, Marc Ribot,…
Un Roberto Benigni desconocido aún, pero ya con su histrionismo particular.
Y un grandioso Tom Waits, que desde la calle maúlla el dolor que le produce que su ex compañera tire todas sus cosas por la ventana, incluidas sus botas camperas de puntera metálica.
Siempre quise esas botas. Quise ser Waits (siempre). Quise ser Lurie (muchas veces). No quise ser Benigni (nunca).
El italiano chapurrea un inglés infernal. No olvido los métodos de sus compinches: "I scream, you scream, we all scream for ice-cream, you scream, we all scream for ice-cream…".
Jim Jarmusch me la regaló. Como muchas otras. Siempre quise ser un extraño en el paraíso. Un simple pasajero de un taxi. Vivir en un tren de Memphis (y cruzarme en las calles con Joe Strummer).
Hace poquito nos ofreció café y cigarrillos. Gloriosa combinación. No quiero que me falten. Nunca.
Pero hoy me quedo con ese infantil ice-cream.
No sé, será que ya no tengo, eh, uh, cuántos años?
Suena la corriente: "Age of miracles" - Chuck Prophet