"Y no estaba muerto, no, no,Un ron, otro, tres, cuatro,…, diez, y no sigo contando, porque no puedo.
que estaba de parranda".
Una mulatita por aquí, la negrita con su cintura, la dulce piel de la gitana, el terso cuello de la maga blanca.
Y hablando de blanca, ponme otra rayita, esa un poco más grande, puritita, puritita, ay, que como me pica.
Y en eso que se echó la tarde. Que ya se iba haciendo tarde. Y la palomita, o la lengua de fuego, vamos, que el Espíritu Santo, con el cuerpo derrotado, la mente nublada, todavía los aromas etílicos nublando la razón, allá que se fue, que el cónclave ya estaba empezado. Vamos tarde, que vamos tarde!!
Llegó dando tumbos, se tropezó con uno, con dos, con tres de los vejetes purpurados. Abrió los ojos. Todo era una nube.
"Azúuuuucar, mi negra, azúuuuuuucar".
Y estos, por qué me miran. Ah, coño, que tengo que hablar.
Intentó pronunciar palabra, pero la garganta no cumplía su función. Si ya lo decía mi madre, noches alegres, mañanitas tristes. Pero es que esta juerga se ha alargado. Aún es por la tarde. Y tarde ya es. Venga, vamos a por ello.
Contenían la respiración. Y el Espíritu dijo: Benedicto XVI.
"Azúuuuuuucar, mi negra, azúuuuuuuuuuuuuucar". Venga, sigamos bailando, sigamos "gosando".
Benedicto XVI. Pero, ¿quién, quién? Gritaban a coro. Unos vejetes tan monos todos de rojo.
Pues este mismo, qué más da. Señaló a su derecha. Ahí estaba Joseph Ratzinger. Cómo no. Siempre tenía que estar a la derecha. A la derecha de la derecha. Para acabar con todo el bien de esta tierra. Para acabar con esta Iglesia.
Todos enmudecieron. Y muchos recordaron las profecías de aquel Malaquías. Llevando la cuenta, este era el último Papa, el fin de todo.
Benedicto XVI. Ratzinger. Pues va a ser que sí.
Hay que joderse.
Suena la corriente: "Que le den candela" - Celia Cruz