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miércoles, 15 de junio de 2005

Aterrados

Aterrados, oiga. Así nos sentimos. Al menos en mi familia. El estupor, lo incomprensible, el miedo (qué digo el miedo, el pánico) se va poco a poco apoderando de nosotros.

Mi madre ha entrado en esa dinámica loca de acopiar víveres. Ha desmontado la habitación de invitados, que ahora hace las veces de gigantesca despensa. No suelta el teléfono, tratando de convencerme de que debo dejar inmediatamente mi casa (hijo, ahora no está muy bien visto un soltero) tal como esté, con la sartén al fuego y la ropa tendida, si es menester. Con la música sonando. Aunque aún no haya terminado de tragar las pildoritas pop, todo amor y desamor, todo candor, suave y recogido, del niñito (bueno, ex niñito) Ben Lee.
Vuelve locos a mis hermanos, repartidos por el mundo, para que iniciemos el reagrupamiento de manera inminente.

Vamos a ser atacados. Sí, nosotros. Nuestra familia. Vamos, todas las familias. Las católicas tradicionales (y las no tradicionales, claro), las civiles (aunque esas no sé si cuentan), las monoparentales, las estructuradas (y las no), las bien avenidas y las que encierran tremebundos secretos. Todas toditas.

Y lo sabemos de buena tinta. Buenos son ellos, como para no avisarnos. Ellos, que nunca se echan a la calle, ni por guerras, ni por sus pequeñas pederastias internas (bah, un juego, comparado con este ataque), ni por penas de muerte. Ahora no tienen dudas. Y cómo van a equivocarse. Mi querido Rouco lo sabe (de verdad, ¿seguro que dicen que ya no manda él?).

Y los otros, los radicales. También se echan a la calle (bueno, tienen larga tradición). Y también nos lo avisan. Y seguro que tienen razón. Que ellos no mienten nunca. Que Acebito tiene una cara de bueno, de no haber roto un plato, de ser puro, que echa para atrás. Cómo no van a tener razón.

Pues eso. Atacados. Sí, sí, atacaditas todas las familias. Desde el abuelo hasta el último nieto. Las amantes (o los amantes) no sé si también. Pero vamos, que todo el edifico, seguro. Creo que la CNN ya empieza a mandar reporteros. Y cuando esos hacen eso, ya se sabe. Seguro que hay bombardeos, bajas civiles, daños colaterales, secuestros, venganzas, purgas, coches bomba. Y encima, todo, todo, dirigido por mariconazos.

Menos mal que les tenemos a ellos para defendernos. Es que además el de arriba no hace nada para ayudarnos. No manda rayos. No asuena truenos. No enciende centellas.

No sé. Igual es que le tenemos realmente cabreado.
Pero eso sí. Nosotros, aterrados.



Suena la corriente: "Awake is the new sleep" - Ben Lee