miércoles, 1 de junio de 2005

Gargantas profundas

Y bueno, tras la tempestad llega la calma, y aunque aún me exija explicaciones, que sé no serán dadas, uno empieza a adaptarse a la nueva situación.

Y rejuvenece cuando el pasado (muy pasado) devuelve una carta olvidada. Que alguna vez se escribió, a modo de cuento futurista, para acompañar un regalo para alguien. La carta era tan olvidada, que ni el remitente, ni siquiera la destinataria, recuerdan si quiera que alguna vez tuviera algún destino (que servidor, como remitente, no tenga noción de ello, no hace más que confirmar mi recién estrenada década). Parece que acompañaba algún vinilo que uno quiso que llegara a las manos de la otra. Ni siquiera el vinilo está identificado.

La lee Ella mientras conduzco. Ha llegado a sus manos por manos interpuestas. Y me gusta como pronuncia (me gusta como hace todo). Cuenta una historia que transcurre en un futuro. Yo tengo 69 años (ay, ya la edad me pesaba entonces). Es bonita. Nos reímos. Pero la carta volverá a su destinataria original. Las cosas no le pertenecen al emisor.

Como deja de pertenecerme la foto que cuelgo. Juego con mi nueva cámara. Ya no dependo del revelado de otros. Ya soy yo mismo quien escruta y decide. Siempre llegando tarde a la tecnología. Pero esperando que las imágenes de esta barcaza empiecen a ser del propio armador. Aunque dejen de pertenecerle.

Siempre subiendo. Obsesión por las escaleras. Profundas. Como esa garganta profunda que anuncia hoy mismo que era él. Otro pasado que vuelve. Y me da igual. Siempre me interesó más la de Linda Lovelace. Y aún más la de Johnny Cash. Que ahora mismo arrulla mi fin de día.
Aún hay clases.
Él, no yo. Por supuesto.



Suena la corriente: "Unearthed" - Johnny Cash