Escuchando a los Stones, me he vuelto a acordar de él. Hasta que se fue, no había asociado tanto a unos con otro. Pero ahora es inevitable. Vienen siempre de la mano. Disfrutamos muchas veces juntos. Cuando me abrasaba con sus adorados Weather Report le incitaba a ponerme algo más canalla. Si es que eres un viejo.
Viajando con él en el barco (me decía no quieras ser marino, es jodido, pero creo que mentía) descubrí más pasiones humanas de las vividas hasta entonces. Amistad, compañerismo, risas, egoísmos. Tragos. Humos. Amores en puertos y burdeles. Él mantenía las formas. Yo no lo necesitaba. Las camas de tránsito pretendían ser lugares felices. Desembarqué en Barcelona. Y quise a esa ciudad. Aún hoy.
Hace años, cuando me sentía solo, me iba a su casa en el pueblo. Parecía un ermitaño. Pueblo de seis vecinos. Él fue el séptimo, y revolucionó la comunidad con sus antenas de radioaficionado, sus maquetas de barcos, de trenes, sus cañas de pescar, su fotografía premiada, su jodido Internet rural que nunca funcionaba. Paseábamos al perro, seguía abrasándome con Weather Report (pon a los Stones, viejo carca, o al grupo hardcore de tu hijo), bebíamos con los amigos, le acompañaba en su papel como jurado del festival de teatro del pueblo cercano, volvíamos a beber, reíamos y comíamos, eso sí, comer, dando culto a esa puta adicción que, a pesar (o tal vez por ellas) de las muchas operaciones, lo mató.
El día que lo enterramos, salí del funeral sonámbulo, Ella (todavía estábamos descubriéndonos, escalándonos, conociéndonos) me dio un beso cálido que no olvido, le agarré la mano, y nos fuimos a San Mamés a ver a los Stones, huyendo de pésames, lloros y abrazos. Odio los conciertos en grandes estadios, pero en parte fui por él. Una semana antes, aún en la UVI, antes de bajarle a planta para simplemente dejarnos estar con él, le decía, no te quejes, vas a tener entrada de palco, si te abren las ventanas, lo disfrutas entero.
Cuando sonó Satisfaction, lloré como un niño, como un tonto, como un borracho, mientras Ella me apretaba la mano. Lloré como lo hago ahora.
Porque sabes, J.L., pedazo de cabrón, hay días que te echo tanto de menos, que duele mucho.
Me tienes muy cabreado.
Suena la corriente: "The London Years" -
The Rolling Stones