Europa está vieja, no tiene futuro, la juventud sólo vive abotargada con sus cascos puestos escuchando su infame música. El futuro somos nosotros. En Europa ya no existen intelectuales, se perdió la espiritualidad. Nuestros jóvenes al menos son el mañana. Mirá, si mis nietos todos ellos han leído todas las obras de Paulo Coelho.
Sí, ejem, si el futuro de la intelectualidad son ellos, sus nietos, apaga y vámonos. Y llevo dos días viéndoles desfilar delante de mis ojos, y no, no hay diferencia. Salvo que todos llevan gafas de sol en recinto cerrado.
Todos somos más iguales que lo que creemos, que lo que deseamos. Y no digo que eso sea bueno. Nos estamos diluyendo. Igual aún estamos a tiempo de hacer algo inteligente, y nos apagamos poco a poco.
Me voy por la noche a Recoleta. Un bife de chorizo jugoso, ensalada de frutos ecológicos y una buena cerveza. Me reconforta con el presente. No le pido nada más a la vida (sí, que Ella estuviera aquí conmigo, queriéndola, acariciándola).
Y a las doce de la noche entro en esas librerías que no cierran (o yo no llego a la hora del cierre), donde dos viejitos saben de todo, y compro unos libros que encontraría en mi casa, pero que me ilusionan más comprados aquí. Y me reconforta.
Y me pierdo por la disquería donde solamente hay tango, del viejo y del nuevo. Y la tarjeta empieza a trabajar. Ya está acostumbrada. Teme acercarse a un estante de discos. Sabe lo que pasará. Y me reconforta.
Apuro los últimos sorbos. Mañana un avión me llevará de vuelta (si él quiere, porque últimamente…) a ese extraño lugar donde somos viejos y no hay intelectuales.
Pero esta noche apuraré un sorbo más.
Y me reconforta.
Suena la corriente: "Tocá tangó" - Cáceres
Navegado en Buenos Aires, Argentina
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