Los ecos de aquellas guitarras van difuminándose (aunque no se olvidan. Bendita memoria). Y los sentidos empiezan a abotargarse con otros sonidos, distintos, frenéticos, a veces agobiantes, las más gratificantes.
Paseo por Buenos Aires, la que se pretende europea, y que deseo no lo sea (más de lo que ya parece). Hay aún tristeza en los rostros. Pero crece la sensación de que empiezan a levantar cabeza (ellos, tan dignos, que nunca la bajaron).
La conversación con la gente de la calle te abofetea con la realidad. El taxista que se casó con una española a los 23 días de conocerla en el carro, y que ahora con una hija enferma y sin ningún subsidio, no ve salida al callejón. El dueño del copetín en La Boca, que me asegura que la próxima visita que haga por allí, ya no tendré mesa, ya no tendré Quilmes, ya no tendré conversación. El niño de ojos tristes que vende latitas a los ejecutivos que comen a cuerpo de rey en Puerto Madero. La Casa Rosada, vallada permanentemente para evitar la racional ira del pueblo.
Ciudad de contrastes, como toda Latinoamérica. Como toda América (Nueva Orleáns en la retina). Como todo el mundo.
Pero disfruto. Al menos el poco tiempo que tengo hoy. Mañana viene la faena, la friega. Viajo para trabajar. Pero manteniendo los ojos abiertos. Respirando los olores. Sintiendo los sudores. Paseando con ansia en Plaza Francia.
La vida sigue. Como si nada ha pasado. Como si todo siguiera bien.
Aunque el pintor callejero es sabio.
Y lo dice (aunque las manos del mal fotógrafo casi lo oculten):
Cuesta volver a las mentiras.
Suena la corriente: "No tan Buenos Aires" - Andrés Calamaro
Navegado en Buenos Aires, Argentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario