Los pulmones de Ahmed insuflan ya aire a dos niños de 4 y 5 años. Los riñones de Ahmed segregan orina en el cuerpo de un pequeño de 5 años. El hígado de Ahmed se ha podido dividir, y segrega bilis en el cuerpo de una mujer de 56 años y en el de un bebé de seis meses. Y el corazón de Ahmed late en un crío de su edad. Un corazón de doce años.
Los restos de Ahmed el Jatib están repartidos, dando vida. Y no importa si en cuerpos hebreos, palestinos, árabes. Simplemente, vida.
Supongo que los habrá que consideren a esas nuevas vidas algo monstruoso. Aquéllos que se regocijan con el enfrentamiento, que lo esperan, que lo desean. Aquéllos que sólo viven por y para la muerte (algunas sotanas y su conciencia radiofónica).
Pero tal y como están las cosas, Ahmed es algo más que un cuerpito desmembrado. Ahmed es una puerta. Algo querido. Algo deseado.
Será que soy un pusilánime.
Suena la corriente: "Cripple crow" - Devendra Banhart
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