Mira, mi niña, tengo ganas de sacarte a bailar. Como ya te invité. Como te invitaré más. Cualquier cosa que haga movernos juntos, que ayude a que olvidemos los nervios de estos días. Que nos mantenga cercanos. Tú y yo.
Y me paro a pensar, a leer (una forma de pensar tranquila). Bailar bien, indicador de superioridad genética. Hasta aquí podíamos llegar. Nuestro refugio también manchado. Ya, ya sé que si buceo me encuentro con temas de selección natural, selección sexual. Pero huyo de superioridades de toda clase. Y más genéticas. Siempre alguien pone sus manos manchadas sobre lo bonito. (...)
Y me paro a pensar, a leer (una forma de pensar tranquila). Bailar bien, indicador de superioridad genética. Hasta aquí podíamos llegar. Nuestro refugio también manchado. Ya, ya sé que si buceo me encuentro con temas de selección natural, selección sexual. Pero huyo de superioridades de toda clase. Y más genéticas. Siempre alguien pone sus manos manchadas sobre lo bonito. (...)
Así que sigo queriendo sacarte a bailar. Pero lo haremos en nuestra terraza, cuando esté. Para ti y para mí. Que no nos vean, porque sé de buena tinta que no me acompañas por mi superioridad. Eso está claro.
Y me acurruco en el sofá, a la espera, enciendo uno de esos habanos que me regala mi hermano para darme vida (esa que me quieren quitar con leyes) y tomo un ron. Solo y sin hielo. Ya tranquilo, dejo el baile para otro día. Y suena Mark Lanegan, que crece y crece como crooner del desgarro, alma atormentada y aún así creíble. Esta vez con Isobel Campbell, todo corazón y voz. Acariciaba hace tiempo el cello y susurraba en Belle & Sebastian, y Lanegan el duro, el paseante del abismo, cayó rendido.
Es un disco suave y duro, elegante y rudo, terso y áspero. Lleno de folk profundo, cabaret de garito, barras tristes. Siguiendo la estela de los Waits, Cave, Cohen. Rindiéndose ante el padre Williams.
Será que estoy mustio, que veo invitaciones a desaparecer, a esconderme. Y agradezco que aunque parece que el disco en cuestión sale a la venta dentro de unas semanas, yo vengo desgarrándome con él desde hace otras. A veces, y sólo a veces, los tiempos que nos han tocado vivir tienen compensaciones.
Recuerda la cara de Lanegan oscurecida por un eterno foco apagado. Hace casi un par de años, en Amsterdam. Y sabes, niña, ahora juntos y acurrucados en el sofá también podemos bailar, sentir y tocar, mientras te canto su nana, te digo (Do you wanna) come walk with me?.
Como niños brincando en camas elásticas. Sin superioridades. Sin genes.
Que uno ya debe tenerlos bien arrugaditos (los genes, digo).
Suena la corriente: "Ballad of the broken seas" - Isobel Campbell & Mark Lanegan
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