Y sin embargo, este pecador siente atracción por la figura de Jesús el Nazareno, fuera real o imaginada. Esa figura de quien se opone a un sistema caduco y es capaz de crear esperanzas. Pero como casi todos los revolucionarios, muchos años después, el fracaso es lo que queda. Porque los mercaderes del templo a los que expulsó volvieron, haciéndose con las riendas de su obra. Desde vaticanos y conferencias controlan lo único que les interesa. El poder. El dinero. Su propia satisfacción. Capaces de mentir y enfrentar. El revolucionario de Judea fracasó. Y estos que mandan saben que no vendrá otro con el látigo. (...)
Y sin embargo, este pecador aún admira a quien desde la humildad, trata de hacer el bien. Me da igual que sea en plena selva o en un pueblo perdido. Se mueven por una fe, una en la que creen. Una que les predica bondad.
Y sin embargo, este pecador ama al curilla al que la masturbación y la fornicación le traen al pairo. Porque sabe que lo importante es la enfermedad (y esperanza) de quien convive con él, la falta de comida y agua, la muerte (y la vida). Y no se dedica a hablar, sino a hacer. Y a ese curilla le da igual masturbarse. Y echar un polvo. Porque esos polvos son de vida. Y no la decadencia del purpurado.
Y sin embargo, este pecador se siente en paz en sitio sacro. Y no porque el lugar esté bendecido. Sino porque siente tangible la solemnidad del silencio, de lo minúsculo ante lo inmenso. Y siente atracción por la imaginería (católica, musulmana, judía, pagana), porque a sus ojos les gusta ver.
Y sin embargo, este pecador respeta al que tiene buena fe. No al Pinochet de comunión diaria. No al Acebes y sus legiones de cristo. No al periodista instigador del odio a sueldo de indecentes obispos. No al purpurado que aplasta y utiliza el miedo y el temor. Sino al don nadie que lucha por despertar al día siguiente con alguna fuerza que simplemente le dure hasta la hora de poder acostarse de nuevo.
Este pecador es así, un demagogo que de boquilla aborrece de todos los poderes. Pero más de aquéllos que siendo simplemente terrenales, se amparan en las alturas. Y espera en su utopía que los esbirros que dicen mandar (y anuncian mil plagas) paguen sus culpas.
Y no es una pena seguir creyendo en un fracaso.
Aunque este pecador apenas crea en nada.
Por eso es un pecador.
Ya lo dice Rouco.
Suena la corriente: "Pay the devil" - Van Morrison
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