"Fiesta, la esencia primigenia del primer rock", decía el otro día de manera precipitada y redundante.
Pero la fiesta no tiene por qué ir unida siempre a urgencias rítmicas y aceleraciones hormonales. También desde la introspección, desde una lírica agridulce, se pueden conseguir estados de euforia.
Centro-Matic alcanzaron esa esencia el sábado, casi sin despeinarse, pero con la tensión que produce el asombro ante lo que escuchamos. Me reconozco mucho más en este tipo de melodías arrastradas, sonidos hundidos en la raíz, rebotando entre la calma y el arañazo, pasajes de Neil Young, de Bob Dylan, de Son Volt, de Steve Wynn. (...)
Pero la fiesta no tiene por qué ir unida siempre a urgencias rítmicas y aceleraciones hormonales. También desde la introspección, desde una lírica agridulce, se pueden conseguir estados de euforia.
Centro-Matic alcanzaron esa esencia el sábado, casi sin despeinarse, pero con la tensión que produce el asombro ante lo que escuchamos. Me reconozco mucho más en este tipo de melodías arrastradas, sonidos hundidos en la raíz, rebotando entre la calma y el arañazo, pasajes de Neil Young, de Bob Dylan, de Son Volt, de Steve Wynn. (...)