miércoles, 24 de mayo de 2006

Evolución del río

Seré sincero. Reconozco que en los primeros días de este Río Rojo (que dentro de poco cumplirá ya tres años) una de las cosas que más me fascinaba era ojear los resultados que iban apareciendo en el sistema de estadísticas que utilizaba por entonces. No tanto por ver el número de personas que se pasaban por aquí, sino saber de qué países, mediante qué búsquedas, por qué razones… (...)


Aquel sistema mutó y empezó a desplegar pantallitas de publicidad que me jodían especialmente. Cambié a otro que, por aquellas cosas de mi inoperancia informática, quedó desde el principio cerrado (sólo yo nadaba en sus entrañas) y por aquellas otras cosas de mi vagancia, así quedó hasta ahora.

Desde hace tiempo, poco me preocupa el número de visitantes (con aquel pico máximo de unos 800 coincidiendo con la muerte de Kike Turmix y la cita en un foro especializado; Kike siempre fue inmenso en todo el sentido y todas y cada una de las acepciones, las buenas y las malas, de la palabra). Prefiero ver extrañas visitas. ¿Por qué últimamente los que más se prodigan son quienes buscan sexo con mujeres maduras, viejos follando, gays de la tercera edad? Desviaciones (mías), supongo.

Pero cada vez me da más pereza analizar datos y datos. Apenas lo hago una vez por semana. Y como lo que más me gusta es moverme por pulsiones y emociones, reconozco que el jodido gusanillo me dice que para qué saber lo que pasa por aquí. Me apetece desconocerme. Así que ahora, sin estadísticas (ni jodidos menéames, blogrolles automáticos, y pijotadas por el estilo que tanto pululan por este mundo de egocéntricos).

Y en esta alocada carrera hacia el minimalismo que emprendo sudoroso, el próximo paso será hacer desaparecer las fotografías. Después, gota a gota, serán borrados los enlaces. La agenda meticulosamente programada indica que algo más tarde serán dados de baja todos los comentarios. Y finalmente, ni una letra, ni un solo post. Será un blog con un título. Río Rojo. Río. Ri. R. Y la nada.

Y entonces, convertido en un blogger vacío (como el cielo; como un reno sin jero), me acurrucaré en Sus brazos, le diré que me rasque la cabeza, que me cante nanas, que me balancee, y empezaré a consumirme. A desaparecer.

Qué emoción.
Los pelos como escarpias, oye!

P.D.: jodido viejo, si sigo este cronograma descrito, no llegaré a los años que tú cumples hoy. Que te sean leves.


Suena la corriente: "Miles Away" - Gina Villalobos

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