Cuando tengo un mal día, trato de alejarme de estas letras (coño, entonces deberías estar lejos siempre, sería mejor para todos), más que nada para no caer en la conmiseración propia. Mis males son minúsculos comparados con los de personas cercanas, lejanas o completamente desconocidas.
Já, y digo males, pero ni eso. (...)
Já, y digo males, pero ni eso. (...)
Salía esta mañana de visitar una fábrica de pigmentos y el colorido de las máquinas, de los galpones, del cemento, era irreal. Nada es así en el mundo por mucho que haya color. Pero no esos colores, que supongo avivarán luego cualquier pintura.
Y el peso pesa. Cada minuto más. Soy gris. El tipo más gris que he conocido en mucho tiempo. Gris en vida, en trabajo, en ideas, en miedo. Sólo me falta un poquito de caspa en la hombrera (habrá que ponerse a ello y buscar un champú que la provoque). Incapaz de un simple golpe en la mesa. Sin cintura para esquivar la ráfaga.
Sólo Ella da color, fabrica pigmentos. Pero mi grisura devuelve otra vez una imagen irreal.
Muy gris, y me da por saco que dimita la tonadillera, los energúmenos entonen el aporellos o los agoreros analicen la nación (infausta palabreja).
Soy mucho más gris que ellos.
Un mal día. O un día realista.
Suena la corriente: "Greenland" - Cracker
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