miércoles, 6 de septiembre de 2006

Culo de vaca

Que dice el cacharrito que son 249 las canciones del viejo Neil Young que tengo escondidas en él. Vamos, que 24 discos enteritos. Y me da a mí que me he levantado raro, porque me he empeñado en escucharlas todas seguidas. (...)


Y a ello que me he puesto las dos horas y media del vuelo que me ha traído a Bogotá, con ese epaaa soltado durante un aterrizaje que no podría calificar de suave.

Y en ello he estado las cuatro horas que me he encerrado entre las cuatro paredes de la habitación del hotel con los cuatro ojos (sí, qué pasa) pegados a la pantalla del maldito ordenador, ejerciendo de eficaz, responsable y comprometido asalariado.

Y en ello sigo ahora, mientras el cacharrito se empeña en indicar que apenas llevo 82. Y lo jodido es que lo estoy disfrutando como un enano (mis disculpas), declarando una vez más mi amor abisal para con el andrajoso.

Eso sí, habiendo encontrado un hueco para cenarme una deliciosa punta de anca con un espléndido punto de parrilla, carne roja y sabrosa. Y sorprendiéndome ahora cuando leo en internet que el tal corte no es otra cosa que la parte superior de la nalga de la res.

Vamos, que me he comido el culo de una vaca. Y estaba delicioso.
Si ya sabía yo que eso de que me encantan los culos tenía un trasfondo caníbal.

Pero empiezo a pensar que la cerveza a estos 2600 metros de altura tiene efectos inesperados. Y le doy vueltas al hecho de que Ella (Young me lleva siempre a Ella, o viceversa, no sé) está ahora mismo unos dos kilómetros y medio más abajo que yo. Y le extraño. Y jugaría a la caída libre. Sin paracaídas.

Bueno, que empieza el Heart of gold y me apetece que suene la corriente con él.
Y ya veremos qué tal la digestión del culo.


Suena la corriente: "Heart of gold" - Neil Young

Navegado en Bogotá, Colombia

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