Es como invitar a cenar en casa a una pareja de viejos amigos. Sabes que el tiempo ha pasado, pero en el fondo todo seguirá igual. La cena dará paso a los tragos, la charla, el humo. Sonará un disco tras otro. Hablarán de su amor por los clásicos, su exquisito gusto, sus novedades. Y la cosa no sé a que hora terminará, y lo que es mejor, cómo. (...)
Tras bastantes años, así me siento con Georgia e Ira. Tratándoles como si fueran de la familia. Como si les conociera. En momentos muy cruciales me acompañaron, y aún hoy lo hacen.
Yo La Tengo, una vez más, llenaron el escenario de pura ternura, puro ruido, puro rock. Porque no otra cosa es éste último.
Y me gustó volver a cenar con ellos, ver cómo continúan dominando lo que aman, cómo la Velvet y los Kinks comparten lecho.
Y fueron capaces de conseguir los silencios más respetuosos que posiblemente haya escuchado nunca en un concierto, mientras ellos susurraban. E intuir los mismos silencios cuando ellos gritaban.
Son de andar por casa, invitados en el cuarto de al lado.
Son mágicos.
Suena la corriente: "Prisoners of love" - Yo La Tengo
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