Llevaba tres días sin ducharse y sin salir del local de ensayo. Total, la playa le agobiaba, no tenía tabla de surf y hacía seis meses que no se comía una rosca. El resto del grupo había empezado a beber hacía una semana, y en eso estaban aún. Pasaba las horas rasgando su guitarra, escuchando canciones con las que había crecido, comiendo pizza y durmiendo a ratos. Y si por él fuera, podía caerse el cielo sobre la cabeza de los demás, aunque sabía que eso no iba a pasar mañana.(...)
Sin tener ni idea de qué hora era, oyó que alguien golpeaba la puerta. Sucio y legañoso, la abrió lo suficiente para ver que un mensajero le traía un paquetito. Lo cogió, firmó el albarán y no llegó a pronunciar una palabra legible.
Pero qué mierda es esta… Una cinta y una nota. "Aquí está tu canción. Haz con ella lo que quieras. Y ya sabes."
Ya sé el qué. Qué coño es esto.
Cogió el cochambroso reproductor de casetes, metió la cinta y la escuchó.
El resto del grupo terminó de beber dos semanas después. El cantante, un tipo regordete que soñaba con ser una especie de Meat Loaf, apareció por el local. Se imaginaba que él, si no había salido de allí en todo el verano, estaría de un humor de perros. Y serían ya siete meses sin comerse un colín.
Pero no había nadie. El cuarto parecía una pocilga, con restos de comida por todos lados, cientos de cuerdas de guitarra rotas y despedía un olor nauseabundo. Ni rastro de él. En una esquina, su guitarra y su ropa. Eso sí, si estaban sus apestosas johnsmith más negras que blancas, no podía andar muy lejos. O eso creía.
Un mes después, comenzaban los ensayos con el nuevo guitarrista. Un chavalín con una cultura musical enciclopédica, cara de niño, melena rubia y ganas de comerse el mundo. Una monada, vamos, que no daba muy buena espina al cantante, aunque tenía embelesados al resto del grupo. Bueno, los que quedaban del antiguo grupo.
Comenzaron a tocar, a ver qué era lo primero que les salía. Sonó de maravilla, una gran canción pop, llena de arena y agua salada. Hmmm, no estaba nada mal. Prometía.
Unas cervezas, y venga, otra.
Tocaron de nuevo la misma canción, y lo hicieron hasta el final. Estaban sorprendidos. No habían tenido intención de repetirla. No entendían qué había pasado.
Vamos con otra, un clásico ahora.
Volvió a sonar la misma melodía, la misma arena, el mismo mar.
Jamás pudieron volver a tocar otra cosa.
Eso sí, qué cosa.
Sin tener ni idea de qué hora era, oyó que alguien golpeaba la puerta. Sucio y legañoso, la abrió lo suficiente para ver que un mensajero le traía un paquetito. Lo cogió, firmó el albarán y no llegó a pronunciar una palabra legible.
Pero qué mierda es esta… Una cinta y una nota. "Aquí está tu canción. Haz con ella lo que quieras. Y ya sabes."
Ya sé el qué. Qué coño es esto.
Cogió el cochambroso reproductor de casetes, metió la cinta y la escuchó.
El resto del grupo terminó de beber dos semanas después. El cantante, un tipo regordete que soñaba con ser una especie de Meat Loaf, apareció por el local. Se imaginaba que él, si no había salido de allí en todo el verano, estaría de un humor de perros. Y serían ya siete meses sin comerse un colín.
Pero no había nadie. El cuarto parecía una pocilga, con restos de comida por todos lados, cientos de cuerdas de guitarra rotas y despedía un olor nauseabundo. Ni rastro de él. En una esquina, su guitarra y su ropa. Eso sí, si estaban sus apestosas johnsmith más negras que blancas, no podía andar muy lejos. O eso creía.
Un mes después, comenzaban los ensayos con el nuevo guitarrista. Un chavalín con una cultura musical enciclopédica, cara de niño, melena rubia y ganas de comerse el mundo. Una monada, vamos, que no daba muy buena espina al cantante, aunque tenía embelesados al resto del grupo. Bueno, los que quedaban del antiguo grupo.
Comenzaron a tocar, a ver qué era lo primero que les salía. Sonó de maravilla, una gran canción pop, llena de arena y agua salada. Hmmm, no estaba nada mal. Prometía.
Unas cervezas, y venga, otra.
Tocaron de nuevo la misma canción, y lo hicieron hasta el final. Estaban sorprendidos. No habían tenido intención de repetirla. No entendían qué había pasado.
Vamos con otra, un clásico ahora.
Volvió a sonar la misma melodía, la misma arena, el mismo mar.
Jamás pudieron volver a tocar otra cosa.
Eso sí, qué cosa.
Suena la corriente: "Summer fun" - The Barracudas