Se está bien en el río. Cada vez menos gente, menos visitas, menos aguas bravas. En el mes en el que el país cierra la persiana, un grupo de irreductibles sigue (seguimos) al pie del cañón. Y sin días de asueto, con goterones corriendo por la frente y una buena música de fondo, pasan las noches.(...)
Deja de joder ya, que envidia es lo que tienes.
Sí, envidia, y malsana. Sin vacaciones cómo quieres que me sienta. Unos se despiden, otros llegan. Y otros, como siempre, aquí seguimos. Con los goterones.
Buah, será por quejarme.
Y dice Blogger que esta es la entrada cuatrocientos. Estoy yo como para contarlas. Y el caso es que no me fío un pelo del contador. Cuatrocientas. En cuarenta y ocho meses, hace una media de 8,3 (y miles de treses más, sin fin) entradas al mes. Lo único que queda claro es que parece que hubo una época más prolífica. Porque lo que es ahora…, creo que estoy en el tres periódico. Goterones.
Y en la radio comentaban hace un rato que la máxima edad a la que puede llegar el ser humano está sobre los 130 años. Así, no extraña que uno tenga que estar continuamente reinventándose. Hasta el padre Dylan tontea con los ritmos de baile, con el hip hop, con la nueva guerra en la calle. Los intransigentes alzan sus voces de nuevo. Y la verdad, a lo largo de la historia, sus más acérrimos seguidores han hecho bandera del inmovilismo. Sinceramente, es posible que a mí no me interese mucho. Pero no se me suben los colores. Sólo los goterones lo hacen.
Quien no llegó a los 130 fue Bergman. Ni Antonioni. Pero así pase ese tiempo, ahí estará Blow Up. Ni idea si ha envejecido bien. La vi hace mucho, y nunca he vuelto a hacerlo. No quiero. No entré en lo que pretendía. Me quedé en sus poros del Londres de los 60. Como hice en Zabriskie Point con los supuestos hippies. Qué coño me importa si eran buenas o no, o las sesudas necrológicas que leemos estos días.
Me quedo aquí, mecido por la música. Pensarás, ahí estás, con música suavecita, refrescante, para una noche de verano.
Ni de coña. Yo también quiero que me condenen a dos años mis vecinos. No creo que ellos entiendan a Nick Cave. Ni yo entiendo si realmente Grinderman es la reencarnación de Birthday Party. No creo, pero tal como estaba de crooner modosito últimamente, uno tiende a pensar que así es. A mí me parece estupenda música de fondo para su libro Y el asno vio al ángel. También lo leí hace mucho tiempo, y no quiero recuperarlo. Me vale el recuerdo. Allí sí que llovía.
Ah, pero esa garganta siempre es bien recibida. Si yo la tuviera.
Ni con goterones se aclaraba, oiga.
Deja de joder ya, que envidia es lo que tienes.
Sí, envidia, y malsana. Sin vacaciones cómo quieres que me sienta. Unos se despiden, otros llegan. Y otros, como siempre, aquí seguimos. Con los goterones.
Buah, será por quejarme.
Y dice Blogger que esta es la entrada cuatrocientos. Estoy yo como para contarlas. Y el caso es que no me fío un pelo del contador. Cuatrocientas. En cuarenta y ocho meses, hace una media de 8,3 (y miles de treses más, sin fin) entradas al mes. Lo único que queda claro es que parece que hubo una época más prolífica. Porque lo que es ahora…, creo que estoy en el tres periódico. Goterones.
Y en la radio comentaban hace un rato que la máxima edad a la que puede llegar el ser humano está sobre los 130 años. Así, no extraña que uno tenga que estar continuamente reinventándose. Hasta el padre Dylan tontea con los ritmos de baile, con el hip hop, con la nueva guerra en la calle. Los intransigentes alzan sus voces de nuevo. Y la verdad, a lo largo de la historia, sus más acérrimos seguidores han hecho bandera del inmovilismo. Sinceramente, es posible que a mí no me interese mucho. Pero no se me suben los colores. Sólo los goterones lo hacen.
Quien no llegó a los 130 fue Bergman. Ni Antonioni. Pero así pase ese tiempo, ahí estará Blow Up. Ni idea si ha envejecido bien. La vi hace mucho, y nunca he vuelto a hacerlo. No quiero. No entré en lo que pretendía. Me quedé en sus poros del Londres de los 60. Como hice en Zabriskie Point con los supuestos hippies. Qué coño me importa si eran buenas o no, o las sesudas necrológicas que leemos estos días.
Me quedo aquí, mecido por la música. Pensarás, ahí estás, con música suavecita, refrescante, para una noche de verano.
Ni de coña. Yo también quiero que me condenen a dos años mis vecinos. No creo que ellos entiendan a Nick Cave. Ni yo entiendo si realmente Grinderman es la reencarnación de Birthday Party. No creo, pero tal como estaba de crooner modosito últimamente, uno tiende a pensar que así es. A mí me parece estupenda música de fondo para su libro Y el asno vio al ángel. También lo leí hace mucho tiempo, y no quiero recuperarlo. Me vale el recuerdo. Allí sí que llovía.
Ah, pero esa garganta siempre es bien recibida. Si yo la tuviera.
Ni con goterones se aclaraba, oiga.
Suena la corriente: "Get it on" - Grinderman