
Carolina y Jim se aman y se odian. Ella es alemana y él americano, y recorren las calles del Berlín más sucio y grotesco. Deambulan de garito en burdel, de paliza en beso, de pico en raya. Dos drogadictos que se venden, se besan, se abusan, se maltratan, se odian, se aguantan. Hay un tercero, que mira, ve, cuenta, y acaso participa. Carolina y Jim pierden a sus hijos. La prostitución y la droga no entienden de edad. Ella se corta las venas, en la cama donde follaban, y él grita qué pena. Pero nunca han tenido la más mínima salida. Jim decide no seguir perdiendo el tiempo. "Cualquier otro le habría roto los dos brazos" (Sad Song).(...)