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martes, 30 de octubre de 2007

Beautiful days

Uno se andaba planteando si ya era hora de darle un lavado de cara a este Río Rojo, un cambio de imagen, de ropa, que trajera viento nuevo a la barcaza. Vamos, ponerse guapo (más guapo) para afrontar con otra cara estados de pasividad habituales.(...)




Pues no señor. Basta que hace semanas apareciera Público, que días después se cambiara de camisa El País y que hoy saltara a la pista el nuevo Ruta 66 lleno de colorines (y plumillas) hawaianos, para que uno se quede como está. Así tiene el ego el Río, que se compara con esas moles (esperemos que el Ruta también mantenga el suyo, aunque el cambio le permita respirar más tranquilo, o al menos, seguir respirando).

Así que sigo como estoy. Algo sucio, algo viejo, pero más cabezota que nunca. Como lo que escucho. Sucio, viejo, cabezota. Como debe ser. Porque si miro la edad de los autores de tres de los discos que más suenan en la corriente en estos días, y después de mirar su edad, la sumo, el resultado es la friolera de 186 años. 186 años biológicos entre los tres, pero más de mil años sentimentales en las canciones que nos han ofrecido. Fogerty continúa sonando con su Revival y se le unen como rocas del río Neil Young y su Chrome Dreams II y Ray Davies con su Working Man’s Cafe. Sucios, viejos, cabezotas.

Y sin embargo, ha logrado colarse en esta corriente particular un tipo que apenas empieza, aunque tampoco es que sea un jovencito. Pero es que su vida ha tenido otros trajines.

Sam Baker utiliza cinco extrañas palabras para definir Pretty World, su segundo trabajo: How beautiful are these days.
La belleza de los días que vivimos, como nuestras vidas, es puramente subjetiva.

En 1986, Baker viajaba en un destartalado tren camino de uno de los lugares más impactantes y magnéticos que nos ofrece este pretty world: Machu Picchu (otros también hemos viajado en ese tren, pero tuvimos más suerte). Alguno de los grupos guerrilleros de la época puso una bomba, matando a 8 personas. Baker queda prácticamente sordo y manco. Los siguientes años los dedica a reconstruir su brazo izquierdo y recuperar algo del oído.

How beautiful are these days.
Quién puede negarle la sentencia.
Tuvo que reaprender a tocar la guitarra, a cantar, a pronunciar. Aunque más que cantar, utiliza un fraseo que me resulta hipnótico. Habla sobre historias de vida, certeros fogonazos de folk, de country, guiños escondidos entre sus letras al gospel tradicional (…we are climbing Jacob’s ladder…), a grandes como Townes Van Zandt (…waiting around to die…), ecos de Guthrie.

Una absoluta delicia, que, efectivamente, te hace pensar how beautiful are these days (aunque no lo parezcan).


Suena la corriente: "Juarez (A song to Himself)" - Sam Baker