Trato de imaginar un disco dedicado a rutilantes estrellas del fútbol, de ayer y de hoy, y la verdad, no consigo dejar de sonrojarme ante su resultado (si bien, sonrojarse por algo que no existe no dice mucho a favor de mi salud mental).(...)
Y sin embargo, en algo parecido ando estos días.
Porque ya he salido de la cáscara de nuevo. Me explico. Tras los rápidos que el Río Rojo decidió crear en nuestra casa, uno no tuvo otra alternativa que tomárselo con la mayor (o menor, prefiero las pequeñas cosas) de las filosofías. Sólo 14 días habíamos podido disfrutar del nido en condiciones, pero con Ella al lado, el tema era superable. Claro que lo era (y además, no había alternativa).
Pero tres semanas después, me di cuenta que desde que mis vinilos y cd’s se dieron el suicida chapuzón en agua y barro, no había vuelto a escuchar ni una sola canción, ni encendido el cacharrito, ni sacado lustre a las rodajas supervivientes. Ni una sola nota, ni una sola guitarra.
Ni puta idea si eso es shock, trauma, depresión, escapismo o huída hacia delante. Pero era un hecho, y en mi caso, bastante desasosegante.
Pero no, no, nada que temer. Ni he abandonado mi higiene física y mental encerrándome en casa, ni me he convertido en un anacoreta del silencio, ni se me han cruzado los cables y he enterrado a varios políticos locales y algún que otro vecino bajo los lodos caseros. No. Un día, sin saber cómo ni por qué, encendí el cacharrito. Y Ella respiró tranquila al ver que volvía a ser el mismo alucinado de siempre que le habla de guitarras arrastradas.
Pues eso, un disco de fútbol? No sé, tal vez Calamaro y algún que otro grupo argentino. Pero trasladándonos a Estados Unidos y centrándonos en el béisbol, eso es lo que han hecho The Baseball Project.
Este tipo de grupos me encantan (aunque en mas de una ocasión, desconfío de estas reuniones). Por las expectativas que son capaces de generar. Ya he repetido varias veces en el Río mi entregada admiración por Steve Wynn y Scott McCaughey. El primero, con Dream Syndicate, en solitario o con Miracle 3 siempre ha sido capaz de llenar de sudor todas sus guitarras. El segundo, con los Young Fresh Fellows y Minus 5 las ha llenado de inmediatez y alegría. El caso es que tras conocerse cara a cara por primera vez mientras orinaban en los baños de una discoteca (lo de cara a cara es metafórico, supongo), y tal vez sufriendo los traumas aún de alguna inundación (también lo supongo, no sé) que les llevó a no hablar de música, descubrieron su común pasión por las viejas glorias, caídas y/o mantenidas, del béisbol.
Años después, aquella charla ha sido plasmada en Vol. 1: Frozen Ropes and Dying Quails, con la ayuda de Linda Pitmon (siempre a la vera de Wynn) y Peter Buck (cuyas aventuras musicales con Scott son mucho más sugestivas que las que mantiene con Michael Stipe). Por cierto, que imaginando la conversación/orinal de aquéllos en el baño, no puedo dejar de recordar mi encuentro cara a cara con Buck en similar circunstancia (lo de cara a cara es metafórico, afirmo).
El caso es que estos cuatro elementos, The Baseball Project, se han marcado un disco lleno de melodías, guitarras, pop, rock, psicodelia y todos aquellos elementos afines a los sonidos que definen a Wynn y McCaughey, un disco lleno de vida que repasa parte de la historia de ese deporte. Eso sí, en volumen 1, por aquello de las puertas para segundas partes.
Mmm, con lo espesito que estoy estos días, discos así me desengrasan. Y reconfortan.
Y sin embargo, en algo parecido ando estos días.
Porque ya he salido de la cáscara de nuevo. Me explico. Tras los rápidos que el Río Rojo decidió crear en nuestra casa, uno no tuvo otra alternativa que tomárselo con la mayor (o menor, prefiero las pequeñas cosas) de las filosofías. Sólo 14 días habíamos podido disfrutar del nido en condiciones, pero con Ella al lado, el tema era superable. Claro que lo era (y además, no había alternativa).
Pero tres semanas después, me di cuenta que desde que mis vinilos y cd’s se dieron el suicida chapuzón en agua y barro, no había vuelto a escuchar ni una sola canción, ni encendido el cacharrito, ni sacado lustre a las rodajas supervivientes. Ni una sola nota, ni una sola guitarra.
Ni puta idea si eso es shock, trauma, depresión, escapismo o huída hacia delante. Pero era un hecho, y en mi caso, bastante desasosegante.
Pero no, no, nada que temer. Ni he abandonado mi higiene física y mental encerrándome en casa, ni me he convertido en un anacoreta del silencio, ni se me han cruzado los cables y he enterrado a varios políticos locales y algún que otro vecino bajo los lodos caseros. No. Un día, sin saber cómo ni por qué, encendí el cacharrito. Y Ella respiró tranquila al ver que volvía a ser el mismo alucinado de siempre que le habla de guitarras arrastradas.
Pues eso, un disco de fútbol? No sé, tal vez Calamaro y algún que otro grupo argentino. Pero trasladándonos a Estados Unidos y centrándonos en el béisbol, eso es lo que han hecho The Baseball Project.
Este tipo de grupos me encantan (aunque en mas de una ocasión, desconfío de estas reuniones). Por las expectativas que son capaces de generar. Ya he repetido varias veces en el Río mi entregada admiración por Steve Wynn y Scott McCaughey. El primero, con Dream Syndicate, en solitario o con Miracle 3 siempre ha sido capaz de llenar de sudor todas sus guitarras. El segundo, con los Young Fresh Fellows y Minus 5 las ha llenado de inmediatez y alegría. El caso es que tras conocerse cara a cara por primera vez mientras orinaban en los baños de una discoteca (lo de cara a cara es metafórico, supongo), y tal vez sufriendo los traumas aún de alguna inundación (también lo supongo, no sé) que les llevó a no hablar de música, descubrieron su común pasión por las viejas glorias, caídas y/o mantenidas, del béisbol.
Años después, aquella charla ha sido plasmada en Vol. 1: Frozen Ropes and Dying Quails, con la ayuda de Linda Pitmon (siempre a la vera de Wynn) y Peter Buck (cuyas aventuras musicales con Scott son mucho más sugestivas que las que mantiene con Michael Stipe). Por cierto, que imaginando la conversación/orinal de aquéllos en el baño, no puedo dejar de recordar mi encuentro cara a cara con Buck en similar circunstancia (lo de cara a cara es metafórico, afirmo).
El caso es que estos cuatro elementos, The Baseball Project, se han marcado un disco lleno de melodías, guitarras, pop, rock, psicodelia y todos aquellos elementos afines a los sonidos que definen a Wynn y McCaughey, un disco lleno de vida que repasa parte de la historia de ese deporte. Eso sí, en volumen 1, por aquello de las puertas para segundas partes.
Mmm, con lo espesito que estoy estos días, discos así me desengrasan. Y reconfortan.
Suena la corriente: "Broken man" - The Baseball Project
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