Regalaba el otro día una gran canción del bueno de Escovedo. La regalaba porque era mía. Y por tanto puedo hacer con ella lo que quiera. Me apropio de las canciones que me gustan, porque nunca he dudado de que quien las graba lo hace para ello. Pasan a ser mías, las regalo, las medito, las tiro, las lloro, las río, las quiero o las odio.