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jueves, 16 de febrero de 2012

Rafael Berrio
Colegio de Abogados, Bilbao (15/02/2012)
Cómo iba yo a saber


Recuerdo aquella noche de 1982, y la alegría con la que me dirigía a Rock-Ola, la sala en la que en Madrid pasaba todo lo que tenía que pasar. En plena explosión de grupos por todos lados, esa noche hacía su presentación lo que se había dado en llamar el Donosti Sound y actuaban las tres puntas de lanza del mismo, Puskarra, Mogollón y U.H.F. Para un bilbaíno que vivía en Madrid y pasaba sus veranos en Zarautz, aquello era toda una novedad. Quitando a Los Santos y alguno más, poca representación norteña pisaba aquellos escenarios.

Después de aquel concierto, el Donosti Sound desapareció como vino, y me quedaron dos recuerdos en forma de Maxi single en vinilo, uno propio de Puskarra y otro compartido por las otras dos bandas. Y aún hoy saboreo la nostalgia cuando escucho Sirenas en la ciudad de Mogollón y Un buen chico de U.H.F. (...)

Rafael Berrio, cantante de U.H.F. continuó ensayando, actuando y viviendo la noche con sus amigos (entre otros el llorado Poch, a quien desde estos ríos siempre hemos adorado) por el barrio de Gros, o Gronx (Gros/Bronx), donde todo lo malo ocurría, como decía mi querido J. antes de comprarse el camión.
Llegué a seguir a Berrio en sus aventuras con Amor a Traición y posteriormente Deriva, aunque de una manera discontinua, la vida seguía, yo viajaba de aquí a allá cruzando el charco y al final cada uno va cerrando su círculo. Pero sabía que estaba ahí, que sus guitarras y sus letras acompañaban a quien quisiera compartirlas.

Hasta que el año pasado, ya más hacia el final, llegué (tarde, pues está editado en 2010, pero llegué) a su primer trabajo firmado bajo su nombre, 1971. Y me quedé deslumbrado. Y absolutamente emocionado. Producido por Joserra Senperena, es uno de los discos más exquisitos y emocionalmente embriagantes que he escuchado en mucho tiempo. Alejado de los cánones rock, deambula entre la influencia francesa, el fado, el cabaret, el tango, pianos, contrabajos, guitarras y la colaboración de la Joven Orquesta Sierra de Aralar arropando todo con sus cuerdas. Y con unas historias y unas letras que alcanzan cada uno de los recovecos más íntimos de quien lo escucha. Muy pocas veces he sentido que unas letras en castellano hayan alcanzado cotas emocionales semejantes. Pura sensibilidad cantada con una entonación particular y parida desde los más oscuros laberintos interiores.

Necesitaba poner en orden todos estos recuerdos antes de enfrentar ayer a Rafael Berrio acompañado de su guitarra, sus canciones y sus letras y arropado por ese grupo de personas (el núcleo duro, como yo le llamo) que en Bilbao no deja escapar la posibilidad de disfrutar de cualquier energía y/o sensibilidad que pisa un escenario.

Únicamente con su guitarra, las canciones quedaban desnudas de ropaje y con las letras en carne viva y la peculiar personalidad de Berrio. La historia del cínico y descreído que queda desarbolado ante la irrupción del amor en su vida (Cómo iba yo a saber, y Joserra me decía que esa canción tiene categoría para haberla compuesto Leonard Cohen para su último disco, y eso es mucho decir, viniendo de quien viene), el único recuerdo que le queda a una persona al morir (Las mujeres de este mundo), el desgarro de quien sospecha haber desperdiciado su vida, …temo haber vivido mi vida como si ello fuera un simulacro… (Simulacro), frente a quien decide cortar con todo lo anterior y enfrentarse a lo nuevo, salga bien o mal (Como Cortés, con una guitarra, voz y letra que llamaba al espíritu de Lou Reed), esa visión desencantada y a la vez adorable de su gente (Mis amigos), o temas nuevos como La alegría de vivir o Santos mártires yonquis.

Dos recomendaciones.
Dad un oportunidad a 1971, aunque sea en Spotify o en Bandcamp.
Echad una hojeada a su blog. Cuánto he disfrutado leyendo sus cuitas, nervios y pensamientos en la Plaza de Olavide, en pleno barrio de Chamberí en Madrid (mi barrio durante más de 25 años) antes de un concierto en el foro.
Cotidianidad y sencillez de un autor grande.

Suena la corriente: "Cómo iba yo a saber" - Rafael Berrio


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