Me gusta que los discos me lleven de un sitio a otro, me muevan, me paren, que unas canciones me conduzcan a otras más antiguas, que la escucha de un trabajo me obligue a buscar otro disco, de otra banda, de otro lugar. No sé si ya está todo dicho, todo hecho, todo creado, pero soy de los que da un valor primordial al poder evocador de la música. No solo que trasmita con carácter de urgencia un estado anímico que puede derivar de la adrenalina a la melancolía, sino que sea capaz de transportarte a otra época, a otro momento en el que esa imagen que tienes de ti es un tú muy distinto al actual. (...)
Escuchando estos días el cuarto trabajo de los getxotarras McEnroe, Las Orillas, me he ido mentalmente a una época muy concreta, sobre el año 93, y a tres discos muy especiales para mí. Era otra ciudad, una Valencia que se me resistía, otra gente la que me rodeaba, era otro yo muy distinto al actual, y fueron tres discos muy importantes en su momento: Red House Painters II, Tindersticks I y Everclear de American Music Club. Los detallo en este orden porque así es como han ido siendo evocados, uno tras otro.
Claro, que este poder evocador puede no ser una simple coincidencia cuando todo el trabajo de McEnroe está impregnado del mismo, un mirar atrás hacia el amor perdido, el lugar vivido o el yo que ya no somos. Y cuando una canción, Agosto del 94, se centra casi en el mismo periodo en que yo disfrutaba aquellos discos.
Es Las Orillas un disco que rezuma salitre en cada surco (imaginándolo en vinilo). El del mar, como no puede ser de otra manera con canciones como Agosto del 94, Las mareas, Astillero o Mundaka. Y el que produce escozor al caer sobre la herida no curada. La melancolía y un halo de tristeza acompañan unos textos desarmantes en su sencillez que por momentos traen a la memoria al Jonathan Richman de otras épocas (a cuántos no se nos ha escapado más de un beso en la calle La Palma de Madrid mientras amanecía) envueltos por ese fraseo tan especial que parece comerse las palabras. Los sonidos más británicos pueden apreciarse en Vistahermosa o En mayo, o el punto experimental en Arquitecto, pero el barniz de raíz americana, con un sonido desnudo y ausente de distracciones, está presente en temas como esa joya pop con vestimenta folk que es Las Mareas.
Pasear por la playa desierta, no tras un día de calor pegajoso, sino en un frío atardecer de invierno, se antoja una experiencia a los sones de Las Orillas.
Y ayudarte a recuperar esos sonidos y discos saboreados en otros tiempos, algo que hay que agradecerle.
Suena la corriente: "Las mareas" - McEnroe
Suena la corriente: "Las mareas" - McEnroe
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