Miguel Ángel Villanueva / Los Brujos Excelso artesano pop

En el mundo del rock, siempre han existido autores al margen de los caminos del éxito o del reconocimiento. E intuyes que no ha sido por decisión propia. No estamos hablando de malditos, kamikazes autodestructivos, anarquistas musicales, seres oscuros o paseantes del abismo. En muchas ocasiones, nuestro habitual morbo hace que éstos sí alcancen ciertas cotas de popularidad. Hablamos más bien de quien es capaz de componer canciones luminosas, arrebatadoras, puros himnos de energía y urgencia, alegres y vivificantes, la esencia del power-pop. (...)

Y sin embargo, ahí se quedan. En su margen, olvidados por casi todos sin que uno comprenda cuáles son las razones. Por qué, teniendo todo lo que hay que tener, han quedado como recuerdo de nostálgicos o seguidores acérrimos. Apenas consigues encontrar a alguien con quien hablar de ese creador. Pero, ay, amigo, cuando alguien le conoce, entonces la verborrea mutua y la admiración compartida alcanzan cotas extremas.

Y Miguel Ángel Villanueva es uno de estos tipos. Porque ha creado alguna de las canciones más bellas que jamás se han escrito en el power-pop en castellano. Sin la más mínima exageración. Con sus melodías simplemente brillantes, ha honrado a sus sumos maestros, Beatles y Kinks, como sólo el alumno más avanzado de la clase puede hacer.

Y su historia no es corta. Siempre desde Castellón, ya con Los Auténticos y Los Plomos comenzó con esa andadura de excelso artesano pop. Pero fue en 1989 cuando dio forma al proyecto de Los Brujos. Proyecto, porque nunca fue un grupo al uso, sino más bien una creación totalmente propia, un alter ego de su personalísima imaginería pop. Eso sí, como colaboradores han desfilado músicos como Santi Campos, Malcolm Scarpa, gente de Los Imposibles, de Los Potros o principalmente, Pete Dello, de los recordados Honeybus. Pura sensibilidad sixties, pura sangre power-pop.

Tras singles, EP’s y canciones en recopilatorios varios, en 1998 publican su único larga duración propiamente dicho, Sin ver el sol. Y sin ningún miedo a ser considerado exagerado ni mitómano, se puede afirmar que es una de las joyas de pop más increíbles que se hayan grabado nunca en castellano. Es simplemente una absoluta delicia que uno siempre se ha preguntado cómo es posible que no haya traspasado más fronteras, y se haya quedado en una casi inencontrable obra de culto.

Pero que se quede a un lado el culto, porque las canciones que contiene, la exuberancia melódica del disco, no es apta para ser degustada en la clandestinidad, sino para convertirse en música de la que acompaña una vida. Estos primeros días de primavera están siendo mucho más ensoñadores sonando de nuevo en los altavoces Sin ver el sol, y sí, viéndolo entrar a chorros por la ventana. Comenzando con ese disparo a quemarropa que es Reflejos de un espejo mágico, con esas guitarras que saben a gloria, las melodías arrebatadoras de Nuestra historia imposible, el garage de Viendo visiones, que no desmerecería en ningún Nuggets, y llegando a Cielo rojo en mi habitación, canción que de venir firmada por Ray Davies sería un hito para muchos. Y dada su calidad, bien hubiera querido firmarla el viejo Davies. Pero es que acto seguido te topas con Soy transparente, perfecto juguetito pop, angelino o de escuela madrileña, sí, porque tiene alma de los Nerves y cuerpo de Nacha Pop, y después Rumbo a Saturno demuestra cómo sonarían unos Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán ultra acelerados, y piensas que darías lo que fuera por ser capaz de conseguir componer una melodía así. Con Que hoy se pare el mundo echa el freno rítmico, y el espíritu del más reflexivo Antonio Vega lo toma todo, y las líneas melódicas de los años 60 danzan como embrujadas, enlazando con el puro aroma Beatles en Como perros al sol o Una vez más, el escurridizo estribillo de (La anónima historia de) Sebastián Paredes, la dulce nostalgia de Cansado y de vuelta en la feria, y ese final con Me voy, otro más, uno más, de los posibles hits que atesora todo el disco.

Y entonces pienso, a ver, el problema es mío? Es de Miguel Ángel Villanueva? Es de la gente, de los medios, del momento y la oportunidad, de una música que acaso muchos consideren ya muerta? Pero cómo va a estar muerta si es capaz de alimentar una vida!

En 2004 publicó un disco ya a su nombre, Ningún cielo. Si las canciones que suenan en él es lo que entiende por madurar, yo quiero hacerlo igual. Mejor sonido, mismo clasicismo compositivo y melódico. Otro puro caramelo. Y pelotazos como Desde que no estás, Los días que no volverán, El 27 de nunca o la psicodelia de Oración a San Judas.

No se si pocos o muchos, pero al menos algunos seguimos esperando que dé de nuevo noticias. Como dice en su página de Facebook,  

Probablemente en este momento se esté cocinando a fuego lento una nueva serie de canciones. Canciones.

Eso es lo que necesitamos. Canciones.

*Si estás interesado en sus discos, puedes contactar directamente en este correo

Suena la corriente: "Cielo rojo en mi habitación" - Los Brujos