A los discos se puede llegar de muchas maneras. Los que seguimos más o menos habitualmente lo que se cuece en esta bendita enfermedad que es el rock’n’roll, muchas veces no recordamos cómo hemos llegado a una parada y fonda. Pero hay ocasiones en que la manera de aterrizar en un trabajo es capaz de marcar el recorrido de éste. (...)
Y no dudo que tarde o temprano hubiera llegado a Santa Leone, el primer disco en solitario del guitarrista sevillano Andrés Herrera Ruiz, alias Pájaro. Pero lo hice de la mano de las letras de Oriol Llopis en Ruta 66. Y eso marca. Quienes seguimos a Oriol desde la época de Vibraciones, sabemos, o intuimos, esa manera de trasladar el rock a tinta, con todos los sentimientos, la urgencia y el abismo que éste precisa.
Así que Pájaro tenía ya un camino andado en este caso, al menos para mí. Pero es que su camino lleva ya muchas carreteras, garitos y tugurios. Cubriendo con su guitarra las espaldas de Silvio, de Kiko Veneno o en Pata Negra, ha ido depositando gotas de su clase y elegancia y absorbiendo lo imprescindible. Es rock con ese componente de estilo puramente sevillano, lo más parecido al rock fronterizo americano que tenemos por aquí. Fronterizo por esencia, por actitud, por espíritu y por ese toque canalla que debe atesorar una guitarra que canta y llora.
Y en Santa Leone se nos propone un viaje que nos lleva por los desiertos de Ennio Morricone, los pasos de la Semana Santa sevillana, ecos del surf instrumental de Dick Dale o el surf gutural de Link Wray, la chulería castiza de Adriano Celentano y ese espíritu de taberna, sudor y alcohol.
Y se hace acompañar, como compadres que son, de las letras de Kiko Veneno (Luces Rojas), de la voz de Dogo (Dogo’s walk), de la de Gecko Turner (Heal my wife), de la guitarra de Raimundo Amador (Palo Santo) o incluso de textos de San Juan de la Cruz (Las criaturas II), como solamente un sevillano podría hacer, porque mentar la espiritualidad en un burdel a ritmo rock está al alcance de algunos personajes irrepetibles, y miro a Silvio a los ojos, y miro a Pájaro a los dedos sobre su guitarra.
La elegancia que impregna todo el disco se proyecta en su edición exclusiva en vinilo (o en descarga digital para quien decida no disfrutarlo), porque los surcos de la vida siempre quedarán mejor marcados en los surcos del plástico negro. Porque el tugurio llama a la aguja como el rock’n’roll al sonido analógico.
Dios quiera que Oriol no lea nunca estas letras, ni el Pájaro, porque el aspirante a alumno (ja, qué me habré creído) y el seguidor (sí, por qué no, ya puro fan) prefiere disfrutar de ambos desde su oscuridad para calentarse a la luz que los dos proyectan.
Suena la corriente: "Perché" - Pájaro
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Anoche lo escuché pero no pude dejarte un comentario. Me gustó mucho esta propuesta, y máxime al leer tu excelentísimo post por el que se le ve curtido en batallas junto a Silvio, Kiko y Pata Negra. Y encima ecos surferos junto al gran Celentano. Bien, bien, bien. Un abrazo.
ResponderEliminarA mí me tiene enganchadito! Qué guitarras se marca el Pájaro!
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