martes, 17 de abril de 2012

Beachwood Sparks
Música en plena naturaleza


Dos discos. Solamente dos discos y un mini-LP y sin embargo dejar para la posteridad un recuerdo que se antojaba perenne. Porque su música podía haberse grabado a caballo entre los 60 y los 70, se hizo a principios de los 2000 y si se hubiera hecho hoy en día, nada importaría. Esa es la esencia de la música con alma, su carácter imperecedero. Una carrera bella, bellísima, y corta. Y ahora sabemos que, once años después, en unos meses tendremos nuevo disco de Beachwood Sparks. (...)


Y recuperas sus dos discos, Beachwood Sparks (2000) y Once we were trees (2001) y reafirmas que son dos obras fundamentales en la música de este siglo, aunque parezcan venidas de mediados del anterior. Y es que para quien ame las melodías encarnadas en el corazón de Los Angeles, desde los sonidos del Laurel Canyon hasta la Cosmic American Music, desde las playas que cantaban los Beach Boys hasta las praderas que imaginaba Gram Parsons, Beachwood Sparks son un grupo a tener muy cerca del reproductor.

Como tantas otras bandas, sus miembros venían de diferentes proyectos de rock alternativo y emisoras underground de finales de la década de los 90. El guitarrista/cantante Chris Gunst, el bajista Brent Rademaker, el teclista y steel Dave Scher y el baterista Aaron Sperske fueron la formación clásica y la que participa en su anunciado retorno, aunque las entradas y salidas de Jimi Hey a las baquetas le confiere carácter de miembro. Y, como en tantos otros casos, a pesar de sus orígenes más ruidosos, es en Beachwood Sparks donde expanden su amor por el country y la melodía arrebatadora. Y aunque en diversas entrevistas atisben el honor y a la vez el hastío por la comparación, siempre han sido tres los nombres de referencia hacia los que ha apuntado su música: The Byrds, The Flying Burrito Brothers y Buffalo Spirngfield. Pero siempre han sido capaces de tocar las fibras sensibles de quienes aman las complejas melodías de Beach Boys o Big Star, el alma rock de The Band, la importancia generacional de los Grateful Dead más country o el carisma de Arthur Lee y sus Love.

Y volver a enfrentarse a su disco homónimo es un feliz reencuentro con canciones tan redondas como Desert Skies o Sister Rose, a lomos de la que cabalga todo el espíritu que marcó la vida de Gram Parsons, con sus luces y sombras. Es música cósmica en su más plena expresión, pero trufada de pequeños experimentos psicodélicos en forma de mínimas canciones, interludios de hecho que explotan en Old sea miner, donde parecen renacer las creaciones más lisérgicas de Brian Wilson y sus chicos.

Y volver a enfrentase a su segundo disco, Once we were trees, es disfrutar desde esa portada que los presenta fusionados con la naturaleza, porque de eso se trata, de la pulsión entre sonidos y estructuras algo más complejas que la anterior obra pero que funcionan sin rubor altisonante, como continuidad pura de la esencia natural de la música. Bajo el manto protector de J Mascis, vuelves a sentir la grandeza melódica de piezas como The sun surrounds me o ese You take the gold emparentado directamente con los años 50, que en línea continua salta sin red a los ambientes de finales de los 60 y principios de los 70, y se embarca como quien no quiere la cosa en la psicodelia hasta que explota de nuevo en ese estribillo "…you take the gold, and I’ll take the forest…" Dos minutos y diez segundos de belleza extrema. Para luego mecerte con la slide de Hearts mend, la triste sensibilidad de The Hustler o esa espléndida versión del By your side de Sade, haciéndola tan suya que olvidas la original. El disco es un continuo subeybaja de emociones y sensibilidad en estado puro.

Despidieron su producción oficial con el mini-LP Make the cowboy robots cry, disco más complejo, con canciones que sobrepasan con mucho la duración media anterior, como esa oda plena de psicodelia que son los siete minutos de Drinkswater o la belleza intemporal de Ponce de Leon Blues.

Está claro que Beachwood Sparks fueron desapareciendo dejando la puerta completamente abierta. No era posible que hubieran dicho todo en tan pocas, aunque tan grandes, líneas. Ha sido una larga espera, casi 11 años, que ahora se ve refrendada con el adelanto de una canción del anunciado nuevo paso. El disco se llama The Tarnished Gold y lo que hemos podido escuchar, Forget the song, hace precisamente lo contrario. No pueden, porque no saben, olvidar el axioma perfecto para componer una gran canción, porque lo llevan en su ADN.

Una de las novedades más deseadas para este 2012.
Apenas dos meses para saborear de nuevo el placer.
O eso esparamos.

Suena la corriente: "You take the gold" - Beachwood Sparks



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