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lunes, 18 de junio de 2012

Azkena Rock Festival 2012: Día 1
El día de Israel


Un año más, en la madrugada del domingo se puso punto y final a una nueva edición del Azkena Rock Festival. Es, por tanto, tiempo de reposar lo vivido y escuchado, lo sentido y compartido. Razones técnicas nos impidieron ir haciendo las crónicas como teníamos previsto, a día vencido. Y es posible que nuestra salud mental saliera ganando con ello. Al fin y al cabo, nuestro cuerpo madurito vive una experiencia tan intensa y de tantas horas de música como sometimiento a un exceso. Exceso placentero, en este caso. Y aunque trataremos de desgranar día por día, comencemos como en los malos textos, por el final. (...)


A modo de conclusión, podríamos aseverar que si el Azkena Rock Festival no existiera, habría que inventarlo. En este país donde gustan tanto los excesos, cuando comenzó la fiebre de los festivales, fue a lo bestia. Como siempre. Y el Azkena no será el más mediático, ni el más multitudinario, pero sí uno de los más cómodos y coherentes. Centrado en el rock de raíz clásica, poco a poco ha ido abriéndose a los diversos estilos que componen este abanico. Eso evidentemente no hace las delicias de todos. En este Río, poco o nada hablaremos del componente más heavy que ha caracterizado esta edición. Tenemos por norma no hablar de lo que poco sabemos o entendemos. Pero sí comprendemos esta decisión. Al fin y al cabo, es una vertiente del mundo del rock, y de la que tiene un público más fiel. Y un festival no vive de otra cosa más que del número de gente que acude a él. De todos modos, no hace falta más que buscar entre líneas para tener siempre un bocado apetitoso al que encarar. Y la jornada del sábado, ya centrada en la música de raíz más clásica americana, se antojaba absolutamente antológica. Como así fue.
Por otro lado, el espíritu de camaradería y confraternización que se vive por toda Vitoria es, simplemente, entrañable. El acierto de llevar conciertos al mediodía, gratis, en pleno centro de la ciudad se antoja como uno de los grandes puntales de toda la cita.
No estamos en la época de las flores, y somos tremendamente descreídos. Los bastardos nos han hecho ser tremendamente descreídos. Pero estar tres días, saludando a gente que ves de año en año, encontrándote con los habituales de cada cita en directo, o simplemente disfrutando en soledad de autores capaces de emocionarte, te hacen sentir un bicho raro. Raro, pero feliz.

Con puntualidad absoluta, Si Cranstoun resultó un óptimo aperitivo. Las comidas copiosas, mejor iniciarlas con un ligero digestivo. El londinense bebe de las fuentes del doo-wop, del swing y el soul, y posiblemente el escenario 1 se le quedaba algo grande, la hora algo temprana y la conciencia de saberse llamado a comenzar muchas horas de música le llevaron a no explotar como, cuentan las crónicas, suele hacer en directo. Pero cumplió cometido.

Sabíamos que el escenario 3 se iba a convertir en nuestra casa. Somos así de raritos. Centrado en las propuestas más marginales, y seguramente, más excitantes e interesantes, en parte es el culpable de una de las medidas más contestadas del festival: el solapamiento entre conciertos. Pero seamos sinceros, esta contestación solo es altiva cuando nos afecta (reconozco que en la 3ª jornada hubo momentos muy dolorosos!). Cuando lo que nos permite son alternativas jugosas a los “grandes” nombres, es más que bienvenido. Los vizcaínos Dr. Maha’s Miracle Tonic nos llevaron directamente al oeste americano, a esas troupes que iban vendiendo productos mágicos y crecepelos (en un festival donde, precisamente, calvos, calvos, no hay muchos) de aldeucha en aldeucha. Divertidos y vitamínicos, su folk-blues se atrevió con Chuck Berry y hasta con Sun Ra y su fantástica Love in outer space.

Israel Nash Gripka nos ofreció lo que muchos intuíamos: pura emoción. Uno de los momentos mágicos de las tres jornadas. Su rock de pura esencia norteamericana se transfiguró en un excelso cruce entre Tom Petty y Neil Young. Tiene canciones absolutamente desbordantes, ha bebido en la marmita de la esencia más clásica del country y el folk, y el sonido de esas guitarras (arrastradas cuando tenían que serlo, punzantes cuando la ocasión lo requería) es de los que marcan una carrera. Y una muesca en el corazón de quienes amamos estos sonidos. Hoy por hoy, ya no es que sea uno de los valores en alza del rock americano actual. Es que es toda una realidad, y de las más deslumbrantes. Escuchar Fool’s gold o cualquiera de su disco del año pasado, Barn doors and concrete floors, o emocionarte con canciones de sus anteriores New York Town o Prelude, es algo necesario. Uno de los más grandes de este Azkena.

Pero tener que elegir entre conciertos también supone cometer errores. Apenas dediqué 15 minutos a los suecos Graveyard y sus devaneos con la vertiente más dura y psicodélica del blues. Y cuenta el boca a boca que sí, que fue un error. Cream redivivos fue de lo más simple que me contaron. Habrá ocasión de resarcirse.

Pero la nostalgia y la añoranza de cuando eras un crío con más dudas que certezas tenían la culpa. Sí, ya lo sé, Status Quo nunca tendrán la respetabilidad que en los momentos más intransigentes exige el rockerío (aunque en este Río ya salimos del armario hace tiempo). Pero muchos coincidimos en una cosa: si el concierto del jueves, con su boogie-rock trotón y melodías fáciles, reconocibles y a piñón fijo, lo llega a dar una banda de niñatos de 20 años, muchos estarían hablando de la nueva sensación. Rossi ya no marca coleta, pero junto a Parfitt (a pesar de sus varios by-pass) continúa marcando paquete y luciendo horteras zapatillas de puro blanco. Y sí, la peña que te rodea corea Whatever you want seguramente conociendo poco más de la historia. Pero a ver, quién, siendo un mocoso, no ha botado mojado en sudor en la fiesta de un tugurio a reventar, con Whatever you want y Paradise by the dashboard light de Meat Loaf, dos canciones en sí mismas mediocres, pero con la urgencia juvenil más cervecera? Pues eso. Y además, el Rockin’ all over the world del padre Fogerty que hicieron suya hace tiempo siempre me encantó.

Pero es que esta primera jornada era bastante cervecera. Así que qué mejor que terminarla con Dropkick Murphys. De los que he de decir que siempre me han interesado mucho más cuando arremeten con la vena Clash o Buzzcoks que cuando se centran en The Pogues. Pero claro, el momento se prestaba más a esto último.

(Oye, y de los otros cabezas de cartel, Twisted Sister, Pentagram o Blue Öyster Cult? Ah, pues por el escenario 3 no se pasaron, no!)


Suena la corriente: "Fool's gold" - Israel Nash Gripka



4 comentarios:

  1. Una pena que te perdieras Graveyard, porque fue de lo mejor del día. A mi recordaron a la Jimi Hendrix Experiencie pasados por la trituradora del har-rock. Dieron un concierto muy bueno. Lástima lo de las solapaciones de este año, porque al final todos nos quemos sin ver a varios artistazos (lo del viernes fue para llorar).

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    1. Visto y oído lo que se ha dicho, sí, me queda esa espina.
      Un abrazo!

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  2. A mi la verdad es que Graveyard no me parecieron para tanto, pero bueno, todo es, por supuesto respetable y opinable, eso si, el amigo Israel la lío pero que muy gorda, me encantó.
    Saludos.

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    1. Lo de Gripka fue tremendo, sin duda. Para mí, lo mejor del día!

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