jueves, 7 de junio de 2012

The Honeydogs
What comes after (Grain Belt Records, 2012)
La reconstrucción diaria del creador


A principios de Marzo se publicó internacionalmente What comes after, el décimo trabajo de The Honeydogs en sus 20 años de carrera. Y después? Nada, el silencio. Como viene siendo habitual. Es la eterna historia de la banda. Y no creo que podamos hablar de incomprensión o infravaloración. Quienes nos hemos acercado alguna vez a sus discos, hemos caído rendidos a esa deliciosa mezcla entre el sabor de las raíces americanas y el más emocional power-pop. Les comprendemos y les valoramos. (...)


Y entonces? Pues esa es la pregunta. Cómo una banda que tiene canciones, y qué canciones, que tiene aptitud, que tiene humildad, que tiene visión, y que fue coetánea de la segunda hornada de grupos que enarbolaron la bandera de la música americana tras los hercúleos esfuerzos que durante los 80 realizaron algunos pioneros después del vendaval punk que todo lo puso patas arriba, se ha quedado en delicatessen. Porque su carrera siempre ha sido paralela, y concomitante, con la de Wilco, y los resultados mediáticos están a la vista. Por ello, mientras preparaba este texto, me he emocionado (sí, esa es la palabra) cuando en el Ruta 66 de este mes (el de los culos, nombre con el que va a ser conocido para siempre), Eduardo Izquierdo le hace una entrevista al bueno de Adam Levy. No estamos solos, e igual no está todo perdido.

What comes after recupera en cierto modo a los Honeydogs más orgánicos, más cercanos a su primera época, alejándose de la experimentación conceptual de 10.000 Years (2003) o de los instrumentales de Can’t feel the beating (2008). No deja de ser un compendio de raíz americana, power-pop y soul con resultados deliciosos. Porque así sabe, como una de esas delicias que acaso por desconocidas resultan más sorprendentes, más sabrosas.

Publicado unos meses después del suicidio del hijo de Adam Levy, víctima de un trastorno bipolar, uno no sabe si lo críptico de la lírica tiene que ver con la vivencia diaria de la enfermedad (es What comes after un grito en silencio?), pero el disco no deja ningún poso de tristeza u oscuridad. Es el esfuerzo de reconstrucción diaria al que sólo saben enfrentarse los grandes creadores.

Y lo hace con canciones como Aubben (de firmarla Costello o Lowe hubiera sido un pelotazo), puro power-pop del capaz de aunar alegría y nostalgia, Everything in its place (Tweedy la hubiera firmado a ciegas), la esencia tan Beatles (que llega a arañar) de Broke it, Buy it o What comes after, la estela Rockpile de Fighting Weight (dios, el estribillo se te mete hasta dentro), los aromas country de Always a long time y Blood is Blood, el rock atemporal bañado en blues del resto y, en fin, el aura de Big Star en decenas de detalles.

Adam Levy asume sin ninguna queja sus vivencias, su lugar, admirando humildemente a quienes se llevan los frutos, a Wilco, a sus vecinos The Jayhawks, y nosotros seguimos pensando que estos cortocircuitos en el devenir de la música no son justos.

Pero agradecemos como nadie que sigan, venga lo que venga después.

Suena la corriente: "Aubben" - The Honeydogs



2 comentarios:

  1. Toda una delicatesen que suena a Wilco pero que no ha tenido tanto éxito ni aceptación, al menos que yo conozca. Suena fresco, muy fresco, y no, la vida no es justa en muchas ocasiones y menos las valoraciones populares.
    No sabía del disco, voy a comprarlo, gracias.

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    1. Sergio, esta gente nunca me han defraudado, ni en sus momentos más conceptuales. Y sinceramente, siendo un apasionado de Wilco y muchos otros en la misma estela, creo que merecen mucho, mucho más de lo que están teniendo.
      Y el disco me ha encantado.

      Un abrazo.

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