Más de uno habrá dado un respingo al ver en la cabecera del
texto los nombres de The Cure y Radiohead. Más de uno de los que pasa
habitualmente por estos Ríos. Porque, queramos o no, uno se va haciendo una
imagen de sí mismo, que en este caso, se proyecta en los textos y aguas que
atraviesan Río Rojo. Y pareciera que la música más cercana a las raíces
norteamericanas es la que impera. Pero esto no es del todo cierto. Muchas aguas
se han vertido sobre autores ingleses, y uno no puede, ni quiere, evitar su pasado (ni su
presente, ni su futuro). (...)
Con apenas 15/16 años cayeron en mis manos los dos primeros
LP’s de The Cure, Three imaginary boys (1979) y Boys don’t cry (1980).
Realmente, este último no era más que la fusión del primero con algunos singles
que habían editado posteriormente a su publicación, principalmente esa
cancioncilla que en un primer momento se convirtió en marca de una casa que
después cambiaría mucho. O no tanto, ya que sus líneas maestras estaban
apuntadas en estos discos. Pero Boys don’t cry, la canción, tenía lo que en
aquella época se pedía a una canción: melodía, urgencia, vitalidad, energía
lúdica. A que las cosas no han cambiado tanto sobre lo que exigir a tres
minutos? Indudablemente, Robert Smith (que aún no lucía su pelo cardado) plantaba la semilla de lo que vendría
después, de sus angostos caminos vitales, sus negruras, sus ambientes góticos y
neuras psicodélicas en forma de suites. Fue esta parte de The Cure la que nunca
me interesó demasiado. Sí, yo era de los Cure formados por tres chicos
imaginarios y que además no lloraban. Porque aquellas canciones, Jumping
someone else’s train, 10:15 Saturday night, Accuracy, Killing an arab, Grinding
halt o su version del Foxey Lady de Hendrix se podían saltar, se podían sudar,
eran puro pop-punk con esas gotas de ska, de inocencia y urgencia juvenil.
No es que me quedara aquí. Pero poco más avancé con The
Cure. Eso sí, cuando recupero estas canciones, me siguen resultando entrañables.
Trece años después, yo preparaba las maletas para largarme a
vivir a Paraguay. Iba solo a un país en el que apenas conocía a nadie, a un
trabajo que se presentaba como absoluta incógnita. Y entre las cosas a llevar,
no podía faltar un cargamento de cassettes y cd’s con que alimentar el vicio.
Eran los tiempos en los que aún el walk-man era el aparatillo esencial. Y hubo
dos canciones que aquellas semanas de preparativos se metieron hasta dentro, y
decidieron quedarse. No eran dos discos, bueno, sí, aquellas dos canciones
estaban acompañadas de otras, pero en su caso, aquellas dos canciones
adquirieron entidad propia. Y las dos se fundieron completamente con los
recuerdos que años más tarde alimentaría sobre mis primeros días en el país
guaraní. Aquellas dos canciones me acompañaron a todas horas, y la memoria les
atribuye poderes nostálgicos. Una era una absoluta maravilla pop-folk que Paul Westerberg había incluido en la banda sonora de la película Singles. Aún hoy
escucho Dyslexic heart y se me estremece todo. Y la otra la escuché días antes
de iniciar el viaje y no la pude dejar. Creep fue un éxito, al menos en algunos
ambientes. Pero en este mundo, no en el que yo pisaba por primera vez.
Reconozco que aquella explosión de desgarro vocal y guitarrero del estribillo
me atrapó, y la propia aura de nostalgia que transmitía la voz de Thom Yorke se fundió
con la que yo alimentaba aquellas primeras semanas de aventura. Luego vino el cambio de la palabra fucking para sonar sin problemas en la radio comercial americana, el reconocimiento de su similitud con The air that I breathe de The Hollies y consecuente autoría compartida con Albert Hammond y Mike Hazlewood y su definitivo hartazgo por la misma. Y por último, la
versión acústica que Chrissie Hynde hizo con unos Pretenders que ya eran solo
ella, y ambas versiones se quedaron, juntas, como parte de una experiencia que
lógicamente me marcó.
Reconozco que seguí a Radiohead hasta OK computer, todavía
viviendo en aquellas tierras. Aquel disco me fascinó. Y como si intuyera que se
apartaban de las sensaciones que a mí me llenaban, o que difícilmente iban a
poder superar aquello, dejé de seguirles la pista, salvo tangencialmente.
No sé si alguna de estas dos canciones sonarán en el Bilbao BBK Live, ya que desconozco los actuales caminos de ambas bandas.
Pero la curiosidad es superior al escepticismo.
Simplemente por eso sigo vivo.
Así que, si no se tuerce nada, veremos.
Suena la corriente: "Boys don't cry" - The Cure
Suena la corriente: "Creep" - Radiohead
Suena la corriente: "Boys don't cry" - The Cure
Suena la corriente: "Creep" - Radiohead
Cuántas cosas en común, creo que no es la primera vez que te lo digo. Una diferencia leve, me marcaron mucho más otras canciones que la de "Boys don't cry", por ejemplo "10:15 saturday night". Saludos.
ResponderEliminarEs que aquel disco tenía un puñado de buenas canciones. Pero Boys tuvo un significado muy especial (para cada uno siempre es así!)
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