Cada disco tiene su tiempo y cada oyente el suyo propio. Hay rodajas que te entran a la primera, como un huracán, y se arrebolan en tus sentimientos empujadas por ese viento. Otras, en cambio, se quedan ahí rondando, como llevadas por una tenue brisa, hasta que un día, sin saber muy bien ni porqué ni cómo, sientes el fresco. Es entonces cuando, buscando algo de abrigo, eres consciente de la música que provoca el escalofrío. (...)
Las razones nunca están claras. Y el recorrido futuro del disco poco tiene que ver con sus inicios. Entradas rápidas pueden sufrir salidas traumáticas, y avances lentos terminar como carreras de fondo. Y mucho de esto se ha conjurado en el nuevo trabajo de Kevin Rowland y sus ahora recortados (terrible tendencia de estos tiempos) Dexys. Recorte que deja la esencia, la dexedrina y el northern soul, que el correr a la medianoche ya lo pondrá cada uno.
Como comentábamos cuando se anunció la nueva encarnación del grupo, One day I’m going to soar se ha tomado su tiempo. Posiblemente el necesario para que Rowland arreglara asuntos personales (químicos y económicos) y encontrara de nuevo la clave o el impulso. Porque las aptitudes no las ha perdido. Vaya voz, vaya gusto, vaya groove gasta cantando las nuevas composiciones. Nunca tan cerca de Van Morrison, retoma la carrera nocturna donde la dejó hace 27 años, estando cercano al espíritu de Don’t stand me down, disco mal recibido en su momento pero que ha ido creciendo con el paso de los años. Acompañado de viejos corredores, como Big Jim Paterson, Pete Williams, o la otra mitad de The Style Council, Mick Talbot, y con el excelente contrapunto vocal e interpretativo de la actriz de burlesque Madeleine Hyland, sigue haciendo gala de sus dudas existenciales, sus odios y amores a sí mismo como todo ciclotímico que se precie. Y en esas dudas, y en esa voz, y en esa grandilocuencia, uno es capaz de encontrar la belleza delicada o el sublime desbarre nocturno.
Y sin embargo, hemos tardado en encontrar las claves. Como decíamos al principio, uno no sabe muy bien la razón. El disco llevaba tiempo revoloteando por el reproductor sin conseguir captar nuestra atención. Algo absolutamente incomprensible si nos atenemos a la canción con la que comienza el viaje. Porque Now se inicia y termina como nana delicada, para entremedias, lanzarnos un absoluto sopapo de adrenalina, de la que impide la quietud, con un bajo y unos vientos que llevan en sí mismos, aparte de notas, puro sudor. Cómo, con una canción tan redonda, hemos tardado tanto en entrar en la propuesta? De estos misterios está la vida llena.
Ah, pero cuando lo hemos hecho, ha sido a modo de zambullida bomba. Sudando con Now, bailando con esa esencia tan disco, tan Filadelfia de I’m always going to love you, y esa disputa verbal con la Hyland, que pasa del …I love you too… al …Kevin, don´t talk to me, I don’t even wanna see you… cuando éste recula en ese amor para siempre, puro dramatismo teatral, el reconocimiento de Incapable of love o el imparable ritmo de Free. Y mecidos por el puro soul de Lost, You, She got a wiggle o I’m thinking of you, donde su voz es un portento.
Tarde, pero seguro, nos hemos apuntado a esta bacanal gastronómica de sonidos negros, drama y excitación.
Oye, y a cada escucha, camisa limpia a lavar.
Me parece uno de los mejores trabajos del año. Un discazo de principio a fin. Grande Rowland, grande.
ResponderEliminarPues sí, estoy enganchado a sus historias, puro sudor y teatro (del bueno)!
EliminarMaravilloso disco en el que el soul más intenso y emotivo resplandece con toda su intensidad. Tu lo has dicho, mantiene la elegancia visual y sonora de Don't Stand me down, pero se acerca mucho al desgarro emocional de Too-rye-ay.
ResponderEliminarEspléndida reseña.
Saludos
Pues lo describes perfectamente. Y es un disco que crece escucha a escucha.
EliminarMuchas gracias, y un saludo!