Has visto, Aitor? El disco se publicó hace apenas dos semanas y parece que ha llovido un diluvio. Y no porque el disco se haya agotado. Los buenos trabajos perduran, y realmente, cuando podemos valorarlos equilibradamente es cuando te enfrentas a ellos pasado el tiempo. Cuánto tiempo? Seguro que en un año volveré a asombrarme. (...)
Porque Tempest huele a obra que perdura, de esas a las que llegas tiempo después (tal vez no la abandones) y te esperan con el mismo cariño que el primer día. Ya, me dirás, querido sobrino, y a mí qué me vas a contar que no haya leído aún. Sí, ya sé que cuando un grande, en este caso el Padre Dylan, saca un nuevo trabajo, los ríos de tinta, de palabras, de sentimientos, de amor o de desamor, corren como torrentes sin cauce. Quién no ha escrito sobre Tempest. Quién no ha hablado sobre Tempest. Quién no ha leído sobre Tempest.
Pues eso, que uno, desde este pequeño Río, se siente minúsculo. Qué puedo decir, qué aportar, qué descubrir sobre un disco tan mediático. Otras plumas, mucho más técnicas, mucho más sentimentales, mucho más sabias, lo han dicho todo ya. Pero Aitor, yo quiero que quede constancia aquí, en mis/nuestras aguas, de esos días de 2012 en que un disco, una simple rodaja llena de música, una vez más, tuvo la mágica y misteriosa capacidad de emocionar.
Vale, tío, eres mayor y te entiendo. Pero a esto no le llamarás una crítica, reseña, o como carajo digáis los enfermos de rock’n’roll? Ay, enano, ni falta que hace. Una crítica más, para qué? Para apuntar lo que otros no hayan dicho? Imposible. Para alardear de lo que siento por el Padre Dylan? Ya está dicho. Para cumplir el expediente? Nadie fiscaliza mi casa. Lo hago porque me da la gana. Y lo hago porque, no te me escabullas, sé que tú también, Aitor, tienes ya la enfermedad. Como reza el subtítulo de estos textos, estás ya infectado por el virus. Y ya no tiene cura. Pasas el día con tu guitarra eléctrica, y sueñas con tener tu primer grupo en serio antes de los 18. No me engañas, lo leo en tus ojos, y lo veo en tus dedos. El día que tocaste, era Layla?, en tu habitación, lo supe.
Chaval, escucha este Tempest. Porque el viejo Dylan es viejo, pero no lo parece. Porque está más libre que nunca. Se le nota. Cuando hace unos días vino a tocar a Bilbao, vino en realidad a jugar una partida de cartas. A disfrutar enredándonos. Y qué gozada. Y ahora mismo, no siente presión de la industria, de su público, de los medios. Ajusta cuentas cuando quiere con ellos, y habla en surcos. Con unos textos como hacía tiempo no escribía. Sí, las músicas de Tempest son puras letras, las letras de Tempest son pura música. Es un paseo por la América musical, como insinúa en el inicio de Duquesne whistle. Y crea imágenes, crea versos en los que puedes viajar, ya sea en tren, a caballo, en carromato o en barco. O no sientes el agua del Titanic subiendo por tus tobillos?
No pienses que es viejo. El rock es viejo. Y experto. Empieza a escuchar desde el Time out of mind y llega a Tempest. Luego, ya iremos hacia atrás. Ni imaginas cómo envidio que tengas aún una vida para descubrir a Dylan. Tiene que ser emocionante.
Que qué puedo decir yo sobre Tempest? Nada. Lo admito.
Bueno, sí, sólo una cosa. Que lo escuches.
Excelente reflexión, me encanta. Cuando tienes el virus empiezas a entender que es un virus que no puede contagiarse tiene que surgir por generación espontanea. Como le diría Dylan a Aitor: "If I can't work up to you, you'll surely have to work down to me someday" (Narrow Way)
ResponderEliminarSaludos Red River
Eso es de lo que trata todo esto, verdad, Chals?
EliminarAbrazo y gracias.
Que la partida no acabe nunca! ¿para cuando dan un AWARDS de oro de esos a este maravilloso blog?
ResponderEliminarGracias, Joserra. Tú que eres fan! Y nosotros, que tenemos la enfermedad...
EliminarUn abrazo
No lo puedes decir de manera más poética. El "viejo" Dylan estaría orgulloso si es que le importara, a estas alturas ya ni eso.
ResponderEliminarGran post.
Gracias, Sergio. Y yo sigo confiando, de todos modos, en que todo esto continúa importándole.
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