En las elucubraciones típicas del aficionado a la música, uno puede imaginar al creador que escupe himnos como si lo hiciera sin esfuerzo, como si al levantarse de la cama decidiera que va a cambiar la faz de la música con dos composiciones surgidas como por arte de magia. Evidentemente, nada se hace sin esfuerzo, pero hay músicos que parece que guardan éste para otros menesteres y no precisamente el de la composición. (...)
Por el contrario, te imaginas a otros soñando con crear esos mismos himnos mientras gotas de sudor corren frente abajo, y permítaseme la analogía que enlaza con el título del disco en cuestión, Handwritten, escribiendo a mano y con la lengua asomando entre la comisura de los labios la que espera sea canción que cambie la vida de una generación. No deja de ser una elucubración, y seguramente injusta. Pero no puedo dejar de imaginar al bueno de Brian Fallon de esa guisa, pensando por qué a mi me cuesta tanto lo que para otros parece tan fácil.
No sé como decirlo, The Gaslight Anthem no tiene un disco malo, pero es como si les faltara, euh,…, ¿carisma? En su último trabajo no abandonan esos tonos épico-dramáticos, esa conjunción entre las enseñanzas de Springsteen y el pop-punk que alimentó su adolescencia, es un trabajo que parece parido con esfuerzo, escrito a mano. No es mal disco, se escucha con ganas y ofrece momentos de emoción, pero, qué coño falta?, por qué deja el sabor de esa terrible pregunta de y, ahora…?
Y eso que trataré de obviar los momentos más prescindibles, esos que parecen pensados para sonar en las emisoras de radio faltas de riesgo de Estados Unidos. Porque Too much blood o Biloxi Parish tienen ese tufillo a puro AOR, a música orientada a quien dice gustar del rock, siempre que éste no desentone en el fondo del hilo musical. A pesar de esas dos banalidades, Handwritten comienza con fuerza, 45 y la homónima son dos ejercicios que parecen condensar la esencia de los de New Jersey, épica dotada de lirismo y melodía, coros y guitarras puntiagudas. O demostrando en Howl que el rock vitaminado con punk es un excelente jarabe contra la astenia. Y el pop-rock es capaz de hacer su aparición en Here comes my man. Y la única pieza acústica propiamente dicha, National Anthem, es posiblemente el mejor momento del disco, con una melodía que no deja de traerme a la memoria el principio acústico de Broken whiskey glass de Jason & The Scorchers.
Sus coros épicos y sus imágenes de coches, radios, mujeres, lunas, remiten a Springsteen, su espíritu indomable se aclara con esa versión correcta de Sliver de Nirvana y su amor por la música de raíces con la lectura del You got lucky de Tom Petty (ambas como extras).
Eso, que no es un mal disco.
Pero… (y hubiera deseado que no apareciera este pero).
Suena la corriente: "Handwritten" - The Gaslight Anthem
Suena la corriente: "Handwritten" - The Gaslight Anthem
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