Será que aún tratamos de apurar las últimas bocanadas del estío. Será que tratamos de olvidar los taitantos que marca el documento de identidad. Será que tenemos el cuerpo golfo, pero estos días, entre últimas producciones de Yep Roc y el jolgorio de sabores que nos han dejado The Hi-Risers, estamos de un saltarín que lo tiramos. Vamos, que la sonrisa nos acompaña hasta cuando vemos las noticias. (...)
Y será que nos gustan las frases lapidarias, las sentencias máximas y excesivas, porque no tenemos empacho en decirlo bien clarito: en esta santa casa, amamos a Scott McCaughey. No tenemos mucha idea sobre qué pensará el susodicho al respecto, ni si será un amor correspondido. Apenas un par de abrazos tras un concierto de The Minus 5 (aquél de la jodida gota), o un salud! tomando un chupito en un pueblo tan fellow como Sos del Rey Católico antes de un concierto de The Baseball Project, es lo que la vida real nos ha aproximado a él. Pero si supiera las horas y horas que ha sonado en las diferentes casas en las que he vivido, o en los diferentes coches que he conducido, estoy convencido que esbozaría una de esas francas sonrisas que siempre le acompañan y repetiría ese salud!.
Desde aquel lejano The fabulous sounds of the Pacific Northwest (1984) hasta este aún caliente Tiempo de lujo, han sido más de una decena de discos los que hemos disfrutado juntos, aunque cada uno en su lugar. Él en los surcos, yo en la butaca (aunque las más de las veces no me aguanto sentado). Y si contamos a cualquiera de sus otras encarnaciones, desde los ya nombrados Minus 5 o Baseball Project hasta acompañante de Robyn Hitchcock en The Venus 3, los menos conocidos The Squirrels o Tired Pony, e incluso, si me apuras, su trabajo como el quinto R.E.M. en directo, nuestras vidas llevan mucho tiempo unidas.
Cierto que los de Seattle ya son unos venerables personajes, esos parientes alocados que siempre hubiéramos deseado nos llevaran a conocer la noche, pero McCaughey, Kurt Bloch, Jim Sangster y Tad Hutchison llevan la edad como si tal cosa. No sorprenden, ya, ya lo sabemos, pero sus conciertos son como un ensayo antes de salir de juerga y sus discos como la banda sonora de esa juerga. Y se lo crean o no, a mí al menos no me cansan.
Dicen que Tiempo de lujo lo grabaron en una única sesión de 12 horas, a hora por canción, y que no todas se las tenían siquiera aprendidas cuando entraron al estudio. También habían contado en el anterior disco que los cuatro Fellows habían muerto en un accidente de avión. Avisan al angloparlante que si tiene dificultades en pronunciar Tiempo de lujo (el título es en castellano en el original), que pueden llamar tranquilamente al álbum Land of a thousand places. Lo suyo es la falta de seriedad como arte seriamente musical.
Y, como digo, no sorprenderán, pero tienes sus habituales power-pop entrelazados con melodías carnales (A fake hello, Cleflo and Zizmor o I don’t know why), rocks marca de la casa (Another ten reasons, So many electric guitars, Death of an embalmer, Tad’s Pad) supurando olor a garage, aromas sesenteros (Love luggage, Margaret) entre la psicodelia y el beat, aproximaciones oscuras (Life is a funeral factory) y carantoñas de cariño (Say goodbye center).
Definitivamente, no van a cambiar ni el mundo, ni el devenir de la música, ni la historia de nuestras vidas. Ni nosotros se lo vamos a pedir.
Entre otras cosas, porque nuestras vidas ya las cambiaron hace mucho tiempo.
Y nos amansa que nos sigan acompañando.
Suena la corriente: "A fake hello" - The Young Fresh Fellows
Suena la corriente: "A fake hello" - The Young Fresh Fellows
Que pájaro, ya lo has catado! como el de los hi-risers tengo unas ganas tremendas que pillarlo. Es obligación del pequeño corazón de R'n'R.
ResponderEliminarun abrazo!
Ya sabes, viejo, que estas cosas son las que nos mantienen vivos!
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