Cuando en noviembre publicamos un artículo dedicado a la grabación en la que por entonces estaban metidos Amigos Imaginarios, el bueno de Eduardo Izquierdo los definió en un comentario como la mejor banda desconocida de este país… Afirmación que nos parece definitoria y a la vez dolorosa. Porque no es asumible que se esté dejando pasar la ocasión de disfrutar de un grupo como éste. (...)
Días después, nos hicieron llegar los archivos digitales definitivos, a petición nuestra, para que sonaran en la colaboración radiofónica que por entonces manteníamos. Que no nos hayamos hecho eco hasta ahora obedece a decisión personal de querer estirar la vida de este disco durante todo este 2013. Editado a caballo entre dos años, corría el peligro de quedar solapado entre la vorágine de las fiestas. Y porque no dudamos desde las primeras escuchas que era un trabajo de largo recorrido, como hemos podido comprobar atónitos durante estas semanas, en que ha ido creciendo y devorándonos día a día.
Y es que Museo de reproducciones se sale por completo de los caminos habituales del pop y el rock por los que aparentemente transita. Santi Campos, Ester Rodríguez, Charlie Bautista, Jesús Montes y Sebastián Giudice han conseguido que Amigos Imaginarios desborden personalidad propia, definida, identificable en cada acorde al que se enfrentan. No sólo en la estructura de las canciones, que parecen caminar a su aire sin corsés ni luces de gálibo que las encaucen, sino en sonido, contrastes vocales, juegos entre guitarras y teclados, sección rítmica… y unas letras que son punto y aparte respecto a lo que estamos acostumbrados a oír. O a sentir, para ser más precisos.
Santi Campos es capaz de describir con pulcro lirismo una aparente misoginia que no es otra cosa que un simple escudo para proteger a un ser que somos todos, perdido y abatido por la ausencia de la persona que le complementa y alimenta. Desde ese Hombre cometa (vete con otro, folla con otro, ya no te quiero, piensa en mi) a ese asombroso juego con el adverbio Casi durante toda la canción (casi no te eché de menos, casi no te quiero), y que sin embargo se atreve a preguntar cómo te he de acariciar, en las dos versiones de Ilumíname, ejemplo claro de cómo conseguir dos canciones distintas con los mismos mimbres. Y a pesar de todo este juego tú/yo, en Dulce cabeza triangular reconoce que nunca la podré entender, y es lo que me hace sentir bien.
Las teclas de Charlie Bautista dan calidez a las guitarras, y toda la banda parece en estado de gracia, ya sea en las canciones más enérgicas, como en esas tres joyas sosegadas: íntima y optimista Entre la tormenta y el aguacero, subyugante Dos hermanos, de una belleza que duele, y autodefinitoria Manual de autoayuda, con extraordinario contrapunto de la voz femenina y un faro al que acudir en esos momentos en que todos, y demasiadas veces yo mismo, no tenemos ni idea qué estamos haciendo aquí.
Si se hicieran muchos discos como éste, el panorama nacional resultaría exuberante. Pero sólo el mero hecho de haberse grabado este Museo de reproducciones, ya embellece cualquier escena.
Y como apuntan en Combustión espontánea:
Raramente acabo donde quería ir
Pero siempre termino donde tengo que estar
Un disco soberbio, de una calidad y sensibilidad a tener muy en cuenta.
ResponderEliminarsaludos
Desde luego, Kepa. Cada nota es de esas que dejan poso...
EliminarAmigos imaginarios la mejor banda desconocida de este país. Un disco que difícilmente encontrará su sitio en el panorama actual del pop español, con letras –como siempre¬– magistrales, arropadas por la mejor banda que yo conozca.
ResponderEliminarEsa es la desgracia, que el panorama actual no acoja este disco como lo que es.
EliminarLos putos amos
ResponderEliminarCon todas las letras...
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