Hay algo que está claro. Si comienzas un disco con una canción como Nowhere to go, dos cosas: o irá bajando en intensidad o, en caso contrario, te encuentras de nuevo con una obra de las llamadas a convertirse en algo más que de cabecera. Hablamos de una canción con tal grado de intensidad, dentro de la sencillez, que no pareciera apropiada para ser la primera toma de contacto. Pero lo es, vaya si lo es. (...)
Apenas comienza a girar, Forever Endeavour te envuelve en ese halo de melancolía y nostalgia que para nada resulta triste o lúgubre, pero en todo otoñal y de calor de fuego. Y hablamos de pop, la pura esencia de la canción hecha sobre melodías, sobre armonías, sobre sentimientos. Pero a pesar de ese nowhere to go but down, no acabas aplastado contra el suelo porque lo que escuchas exuda una belleza exquisita.
Ya sabemos ese hermanamiento sanguíneo entre el pop y el folk que siempre ha ofrecido Ron Sexsmith. El canadiense, fiel a sus virtudes, esas en las que en más de una ocasión no cree él mismo, va camino de completar una carrera sin apenas puntos negros. Porque no, yo no me bajo de la peana y sigo considerando que Long player late bloomer (2011) (un disco que sorprendentemente ha perdido crédito entre muchos seguidores) era un gran trabajo, y canciones como Get in line o Believe it when I see it me siguen acompañando. Por algo estuvo entre lo mejor de aquel año en el Río.
Pero a pesar de esos esfuerzos reconocidos por lograr un éxito que no entiende le sea ajeno, tampoco lo consiguió en aquélla ocasión. Así que vuelve al redil de su viejo conocido Mitchell Froom en la producción, y no es que vuelva (porque nunca se ha ido) a hacer lo que de verdad sabe (porque siempre lo ha hecho): CANCIONES. En su momento lo escribimos con mayúsculas, y hoy lo repetimos. Canciones pop, esas que apenas exceden los tres minutos (la más larga son 3:33) y que están llenas de emociones, de sensibilidad, de amor.
Arropado por violines, vientos, acústicas, eléctricas, teclados y una voz como pocas veces ha tenido, una voz de color blanco cristalino en su negritud, las canciones miran a un pasado que entiende superado, del que espera misericordia tras un breve examen de conciencia, y enfrentan el futuro, en más de una ocasión brillante por los sortilegios del amor. Ron Sexsmith parece convenir que queda aún mucho camino tras el susto recibido por un diagnóstico de cáncer que resultó benigno. Y nosotros, que no le quepa la menor duda, seguiremos acompañándole.
Porque da miedo, pena, rabia el citar unas cuantas canciones. En pocos casos las 14 forman un todo y son capaces de brillar por sí mismas. Pero si lo hemos hecho con Nowhere to go, lo haremos con la contundencia orquestal de la soberbia Blind eye, el ya eterno folk tiznado de años 50 de If only avenue, la canción que hubiera firmado a ciegas Townes Van Zandt, Sneak out the back door, y si hemos cometido el sacrilegio de elegir alguna de las 14 es simplemente para poder declarar, libres de ataduras, que She does my heart good es la canción que yo hubiera soñado en componer para Ella, es la manta y el cariño, es hacer el amor de día y abrazar de noche, es sentirte vivo a su lado, es fuego y agua, lo es todo.
muy buena critica. justa, verdadera, bella y honesta!! justamente como ron y su música. gracias
ResponderEliminarPues muchas gracias. Pero desde luego, si la música de Ron es algo eso es honesta. Eso es seguro
EliminarBuena crítica... y ayer grandioso concierto en Apolo.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias, y no veas la envidia que me ha dado ese concierto
Eliminar