Hay discos que suponen la confirmación de un artista, o la reafirmación de una carrera más que interesante, hay discos que nos hacen bordear el abismo o indican un patinazo o el inicio del descenso. Cada rodaja tiene sus cuentas y cuentos propios. Esperamos a principio de año los anunciados regresos o las trayectorias en pleno apogeo. (...)
Y luego, siempre están las sorpresas inesperadas. Los descubrimientos, esa gente que sin parafernalias promocionales, va creciendo con el boca a boca, con la recomendación de quién tú ya sabes que disfruta de un gusto que puede saciar el tuyo. Y así llegamos a Matthew E. White y su disco Big Inner. Un trabajo que nació a mediados del año pasado, que comenzó a saltar de oído en oído, de recomendación en recomendación, de alabanza crítica en alabanza, comenzando en pequeños círculos y que, sin realmente salir de éstos, ha sido en 2013 cuando ha dado el salto fuera de su Virginia natal. Y bendito boca a boca, que nos permite enfrentarnos a una caricia de esas que van tan directas a la médula espinal del oyente que causa la inquietud propia del vértigo.
White es miembro de una banda de jazz, colaborador y arreglista que ha compartido estudios con gente como Megafaun, Justin Vernon, Sharon Van Etten, hijo de misioneros evangélicos y un absoluto obsesionado con el trabajo y la obra de Randy Newman. Y aunque por momentos Big Inner pareciera un disco que bien pudiera haber sido grabado hace 40 años, la atemporalidad de las canciones lo convierte en uno de esos extraños artefactos fuera de épocas, sonidos que van tejiendo entre ellos una tela de araña espesa, creando interacciones inesperadas, reclamando del oyente apertura a fuentes amplias, a escenas pretéritas y actuales, a sonidos dispares, y, por arte de magia, la contenida en todas y cada una de las siete canciones, crea un cuerpo reconocible que es capaz de colonizar cada una de las fibras de quien lo escucha.
Porque estamos hablando del estilo Newman, estamos hablando de gospel y soul, estamos hablando de Nueva Orleans, de finas líneas estilísticas propias del sur de Estados Unidos, del tropicalismo mágico brasileño que deslumbró los años 60, y al mismo tiempo no hablamos de nada de eso. Entre referencias a amores vividos en presente y en pasado, a procesos y búsquedas de salvación, Matthew E. White entrega perla tras perla, en sucesión continua. Comenzando con el lánguido One of these days que supone un inigualable prólogo y terminando con la sinfonía soul de Brazos, uno se deja atrapar entre el funk cósmico de Big love, el sueño melódico de Will you love me, el murmullo a golpe de violines de Gone away, el baile con un pie en Nola y otro en Río de Steady pace y la línea ascendente y quebradiza de Hot Toddies entre resonancias tribales.
Una obra, Big Inner, de esas que cuando te preguntan a qué suena, sólo puedes tratar de explicarlo, con la seguridad de que no vas a conseguir transmitir su esencia.
Una obra de esas que cuando te preguntan sólo deberías responder: escúchala.
Suena la corriente: "One of these days" - Matthew E. White
Suena la corriente: "One of these days" - Matthew E. White
De fábula , un discazo que pide y requiere escucha atenta , de verdad que estoy impresionado y hechizado con los arreglos , las canciones y la voz de Matthew ; suscribo tus palabras , es un disco indefinible , quizá por eso mismo , porque nos coge a contrapié y sin explicación posible nos gusta más ; exquisito , se escuche como se escuche .
ResponderEliminarSaludos, feliz fin de semana .
Lo describes bien: hechizo, indefinible, exquisito...
EliminarAsí es.
Un abrazo