Hay discos que tienen la adorable capacidad emocional de ir entrando poco a poco, alcanzando cada poro, cada fibra, cada muro que a lo largo de nuestra vida hemos ido levantando. Como el agua que corre cañón abajo o simplemente garganta abajo, dejando el frescor que amaina la sequedad del ambiente. (...)
Kid face, el nuevo disco de Samantha Crain, hace además sentir el culpable placer de inmiscuirse en el diario íntimo de otra persona. Como ella misma se encarga de repetir, es el primer disco totalmente autobiográfico que graba. Y no es su primer trabajo. Nacida en Oklahoma, pareciera haber recibido el legado emocional de su paisano Woody Guthrie para diseccionar sentimientos encontrados sobre su propio pasado y su presente, sus reflexiones y auto inculpaciones, sus confesiones afirmadas mientras recorre con la guitarra a cuestas ciudades y pueblos de las vastas llanuras americanas. Desmontados The Midnight Shivers, que le acompañaron en su primera referencia, Songs in the night (2009), Kid face es la continuación temporal de You (understood) (2010) y un trabajo que llega a hipnotizar de varias maneras.
Y la primera es desde la misma portada y el título. Crain, descendiente de indios Choctaw, tiene 26 años pero fácilmente aparentaría ser una teenager en edad escolar. Y es ese contraste entre su aspecto físico y la madurez de sus textos y canciones el que ejerce una fuerza magnética irresistible. Uno no pude dejar escapar esas canciones que lo mismo huelen a Dylan que al Young íntimo, ni puede apartar los ojos de la portada.
Si el inicio con Never going back y su ritmo country-folk es el principio de ese chorro de agua refrescante, mientras ella admite que dejó definitivamente atrás a quien merecía ser dejado, es en Taught to lie cuando eres consciente de que estamos ante un disco de valor. De mucho valor. I try to be honest / but I can’t see inside / this world that I’m a part of / ask me for lies inicia una canción que nada desmerecería en el historial de la gran dama Lucinda Williams. Instrumentación sobria, intensidad, lirismo y esa deliciosa entonación. Lo tiene todo para ser alimento espiritual durante mucho tiempo.
Y metidos ya en emociones, disfrutas el folk desnudo de Paint con esos contrapuntos al piano, hasta llegar a cuatro momentos únicos enfrentados por parejas. La nostalgia afligida del piano de The pattern has changed y ese Churchill que tanto recuerda a las joyas acústicas del último Jeff Tweedy, enfrentados a Kid face y Somewhere all the time, dos canciones de pura melodía, entre recuerdos a Neko Case y demás almas sensibles. En Sand paintings bordea el blues reflexivo y en Ax y We’ve been found recuerda la belleza de una guitarra acústica cuando es más acariciada que tocada.
Y yo lo escucho una y otra vez.
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