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jueves, 30 de mayo de 2013

Jeremy
Colegio de Abogados, Bilbao (29/05/2013)
O de cómo Río Rojo rezó


Hay hechos paradigmáticos en el rock, el pop o cualquier variante de la música popular que tratemos. Como la del autor insobornable, imparable, inasequible al desaliento que continúa su obra, la que sin duda considera su propia vida, más allá de la aceptación popular y más allá de las cuestiones tangibles que tanto afectan a otros. Cantidad, temporalidad, mesura son palabras que parecen no decir nada a Jeremy Morris. Hasta el punto de que los que hacemos estas páginas termináramos literalmente rezando con él. Lean, lean. (...)


Un tipo de 56 años que lleva desde los seis agarrado a un instrumento y que ha sido capaz de publicar más de una treintena de discos, que se van más allá de la cincuentena si hablamos de todos los proyectos en los que se ha embarcado, se embarca o se embarcará. Un tipo que llegó a incluir a sus propios hijos como miembros de la banda que bajo el alias genérico de Jeremy publica la mayor parte de su obra, una vez que éstos fueron creciendo amparados por los sonidos de su padre. Un tipo que , como si le sobrara el tiempo, montó en 1984 el sello Jam Records, en el que, a parte de dar salida a su ingente producción, se lía la manta a la cabeza para expandir el virus de artistas como The Gilligans, The Lolas, Chris Richards o los fabulosos The Red Button.

Y ya intuimos por donde van los tiros. Estamos hablando de un tipo obsesionado con el mejor power-pop, con los ritmos beat que explosionaran, encumbraran y magnificaran los Beatles, y que mamaran The Byrds, The Kinks, The Pretty Things, Pink Floyd, The Records, The Shoes, The Cars… A todos y cada uno de ellos rinde pleitesía este tipo, desde su alucinada mirada estrábica hacia el garage o la psicodelia.

Decir que hemos seguido su carrera a pies juntillas sería absurdo. Ni su producción es fácil de conseguir, ni su prolífica maquinaria creativa hace el tema sencillo. Pero siempre que hemos caído en alguna de sus redes, hemos disfrutado. Como ese último trabajo, Love Explosion (2012), editado por Rock Indiana y causante una vez más de que el exquisito escenario del Colegio de Abogados acogiera su directo, en formato dúo pero no acústico.

Porque las dos guitarras se emparejaban a golpe de distorsión, y aún echando de menos a toda una banda, quedaban las melodías. Interpretadas en ocasiones de manera algo destartalada, pero deslumbrando entre el pop, el beat y la psicodelia que rezumaban Radiant future days, Miracle mile o Not of this World. Repasando casi en su totalidad Love Explosion, e introduciendo jocosamente cada canción, ahora con mi voz de garage (Breaking out of this cage), los artistas nos sentimos como aliens (Not of this World), repasando en un medley grandes riffs de la música surf unidos al I saw her standing there de los Beatles, terminando con esa dulce nana pop que es Love is alive o con la respuesta a AC/DC que supone la obvia Highway to heaven.

Porque aquí donde le ven, Jeremy es también un pastor de una iglesia cristiana, como bien pudimos comprobar la plana mayor de este Río Rojo. Terminado el concierto, estuvimos charlando con Jeremy, hablamos de guitarras mientas nuestro querido compañero Desperdicios no podía controlar sus ansias, como bien atestigua la foto, de grupos, de música, de su sello. Y en éstas, Jeremy nos pregunta a ambos: Do you believe in God? A mí, hay cosas que me desarman, pero que nos contara cómo se salvó su Biblia (que llevaba encima) de un incendio sin un mínimo rasguño, cómo Dios nos guía siempre, cómo el rock nació de los cánticos gospel, y que al igual que la religión, debería ser siempre divertido, pase.

Pero ojiplático me quedé cuando nos pidió si podíamos rezar un segundito con él. Repeat with me: Dear Lord…

Y allí nos ven, Río Rojo casi en pleno, reza que te reza con Jeremy, mientras mis manos sobaban el disco que nos había regalado.
Interesado que es uno.

Suena la corriente: "Love Explosion" - Jeremy

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