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*Textos: Jaime G López "Desperdicios" y Josetxo Río Rojo
*Fotos: MusicSnapper, vía LastTour
Voces agoreras presagiaban una posible debacle en la edición anual del Azkena Rock Festival. Y lo sorprendente era ver cómo esos presagios parecieran en algunos casos deseados. Sin embargo, el festival de rock por excelencia continúa demostrando que tiene un lugar más que merecido entre las citas estivales (...)
y que a pesar de la crisis, las críticas o el tiempo transcurrido desde su primera edición, sigue siendo necesario. Más de 25.000 personas entre ambos días tal vez no alcance las cifras de otros años, pero demuestra que sigue siendo el punto de encuentro para ver qué se cuece en los diversos caminos estilísticos del mundo rock.
*Fotos: MusicSnapper, vía LastTour
Voces agoreras presagiaban una posible debacle en la edición anual del Azkena Rock Festival. Y lo sorprendente era ver cómo esos presagios parecieran en algunos casos deseados. Sin embargo, el festival de rock por excelencia continúa demostrando que tiene un lugar más que merecido entre las citas estivales (...)
y que a pesar de la crisis, las críticas o el tiempo transcurrido desde su primera edición, sigue siendo necesario. Más de 25.000 personas entre ambos días tal vez no alcance las cifras de otros años, pero demuestra que sigue siendo el punto de encuentro para ver qué se cuece en los diversos caminos estilísticos del mundo rock.
Son esos diferentes caminos los que uno transita más o menos a gusto. Así que comenzamos con The Socks, banda de Lyon de la que habíamos leído menciones al garage por un lado y a un cruce Zeppelin-Sabbath por otro. Y a la postre, es esto último en lo que se centran, como otros ejemplos vistos durante las dos jornadas, excesivamente miméticos con los británicos.
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Salieron M Clan dispuestos a dar un bolo potente y a romper los prejuicios que la parroquia purista roquera pueda tener contra ellos. Se les veía con ganas de tocar en un festival como el Azkena, en escenario grande y horario de inicio de la traca final. En sus cincuenta minutos sobre el escenario ejercieron de banda con poderío roquero y ascendencia sureña en sus iniciáticas Maxi ha vuelto a la ciudad y Perdido en la ciudad. Ejecutaron soul de memphis via Otis y Crooper en Para no ver el final. Se transmutaron en combo de blues pantanoso escuela de Chicago en Ritual. E hicieron guiños a Led Zeppelin en Noche de Aullidos y a los Who con medley incluido de Baba O'Riley en Pasos de equilibrista, con la que se despidieron y mataron los prejuicios del respetable, entre los que me incluyo. Buena nota para los de Tarque y Ruiperez.
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Quizas por ser la tercera visita por tierras vascas de The Black Crowes en los últimos años, esta discurrió por terrenos menos arriesgados y más seguros y convencionales que en ocasiones anteriores.
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Así, el comienzo y final del concierto estuvo centrado en las canciones de sus dos primeros y, para muchos, mejores discos. En el inicio se sucedieron Twice as hard, Sting me y Hotel Illness, para cerrar con un insuperable cuarteto: Thorn on my pride, Jelous again, Remedy y Hard to handle.
Entre medio, desarrollos y jams eléctricas en Wiser Time y Good Friday. Recogimiento acústico, con toda la banda alrededor de la bateria de Steve Gorman, en She Talks to Angels. Y cuidadas versiones del Hush de Joe South y Feelin Alright de Traffic, vía Joe Cocker. Todo ello al ritmo de esa especie de chaman que es Chris Robinson, realizando los bailes y poses que le han convertido en el mas carismático líder de finales del siglo pasado y principios de este.
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Terminó el concierto con la imagen en ambas pantallas de vídeo del recientemente fallecido actor norteamericano James Gandolfini, a quien dedicaron la actuación.
Sin duda un gran show, aunque quizás esperábamos más, puede que la nueva incorporación esté marcando el repertorio de esta primera gira de una banda caracterizada por huir de los territorios comunes y buscar en su repertorio propio o ajeno sorprender, lo comprobaremos en próximas visitas.
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Pero la última bala gozosa de la primera jornada recayó sobre unos canadienses, The Sheepdogs, que muchos esperábamos como agua de mayo y sin duda no defraudaron. Que su música beba de los sonidos clásicos, del rock sureño, de boogie ensuciado con blues, de melodías luminosas, les emparenta con los Crowes, pero todavía manejables e inmaculados. Y con la mayor de las honestidades, se centraron en ofrecer una absoluta delicia, a abrir un tarro de esencias de puro rock que esperemos les ponga en el lugar que merecen, al menos entre quienes pudimos saborearlo. Un sabor que sólo tuvo un regusto frustrante: el escaso minutaje del que dispusieron para embellecer su obra.
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