Lloyd Cole, el nuevo encuentro con el cantor romántico

Cuando en 1984 escuché por primera vez Perfect Skin, me quedé de piedra. Se me antojaba una canción redonda, completa, llena de melancolía e ironía, una piel perfecta, una textura de puro pop embadurnado de guitarras que bebían en la tradición Byrds. Todo Rattlesnakes acompañó tardes y noches, desperezándonos de la maraña after-punk de la época. (...)

Era desde luego uno de esos discos que marcan una carrera, un debut de los que pueden sepultar para siempre o servir de pistoletazo de salida para algo grande. Y no fue ni lo uno ni lo otro. Cierto que la continuación, Easy Pieces, pecaba de cierta sobreproducción, se alejaba en parte de la esencia folk que acompañaba sus melodías, era más moderno. Cuestión de la época, pero aún y así, mantuvo el interés (cómo no lo iba a hacer una canción como Lost Weekend) en una carrera que luego continuó en solitario, y ya trasladando todo su hacer a tierras americanas. No sé, de alguna manera siempre pensé que Lloyd Cole encajaba más con una ciudad como Nueva York que con Londres.

Poco antes del inicio de este estival agosto, salía a la venta su nuevo trabajo, Standards, en el que todavía estamos apenas metiéndonos y buceándolo. Cole siempre ofrece recovecos de su alma en sus canciones, y nosotros siempre agradeceremos ese lloro soul que no olvida.

Y esa madurez (todos somos más viejos) que atesora.

Distanciamiento e inmersión, claves acaso antagónicas, pero necesarias.