Desde que tuvimos noticia de que se cocía la idea de la realización de un documental que reflejara parte de la trayectoria musical del Gran Bilbao desde los años 80, siempre hemos tratado de apoyar la iniciativa. Lo hicimos colaborando en el proyecto de crowdfunding con el que se financió el primer capítulo, y lo hicimos haciéndonos eco en Río Rojo de cuantas presentaciones y novedades iban surgiendo alrededor del mismo. (...)
No sólo era confianza en la gente que estaba detrás, Álvaro Fierro y Joseba Gorordo en el guión y dirección, y Diego Urruchi y Raúl López en el papel de productores, sino la necesidad de poner imágenes y sonidos a historias que por la época en que se produjeron, nada tienen que ver con la saturación visual que hoy soporta cualquier movimiento o escena musical. Como mucho, en un futuro alguien podrá dar coherencia argumental a lo que hoy ocurre, pero no tendrá el sabor documental que sí atesora 160 Metros: Una historia del rock en Bizkaia.
Y además, nunca dejará de ser eso, una historia, como la de cada uno, porque al fin y al cabo todos tenemos nuestra visión particular de lo que vivimos, o no pudimos vivir por edad o distancia geográfica. Y 160 Metros, ya visto en su totalidad, en su unidad como un todo, es un magnífico documento que pone historia viva sobre la pantalla, que lo relaciona con los movimientos sociales y económicos de las épocas y todo en medio del proceso de transformación casi completa que vivió Bilbao. Y como ya hemos dicho en alguna ocasión, tiene el acierto de jugar con la berrera física que supone la Ría, mucho más iconográfica que la distinción entre el centro y la periferia que se dio en otras ciudades respecto a su escena (Madrid y los 80 como más claro ejemplo, el pop lúdico de los barrios del centro frente a la contestación social de los periféricos).
Y tras poder verlo en pantalla grande y sala oscura, como debe hacerse en estos casos, aprovechando el inicio del Zinebi, Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao, qué mejor que continuar la fiesta poniendo sobre un escenario a parte de la escena, de los actores, que hacen de 160 Metros algo necesario.
Así que la Sala BBK, con Jerry Corral y Aitor Bakaikoa como maestros de ceremonias, se convirtió en ese viaje al pasado, más cercano o más lejano, que cada uno ha vivido o intuido. Como tal, qué mejor que el trasiego continuo de músicos, que al fin y al cabo, son el elemento imprescindible de la historia. Y más allá de los gustos personales de cada uno, a todos ellos hay que dar las gracias. Ver durante dos horas y pico a gente que ha tocado con Gringo, Pop Crash Colapso, Cujo, El Inquilino Comunista, Cancer Moon, Los Clavos, Lord Sickness, Sonic Trash, Parabellum, Subversión X, Distorsión, Gris Perla, Putakaska, Zarama, The Longboards, o los actuales movimientos hiphoperos de la margen izquierda, por citar sólo unos ejemplos, no deja de ser la propia banda sonora del documental.
Y con homenaje especial y continuado a las grandes ausencias de tres nombres: Cancer Moon, auténticos precursores de una manera de entender la música, Eskorbuto, auténticos precursores de una manera de entender la vida, y Lou Reed, auténtico precursor de una manera de ser y sentir.
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