Hace dos años, mientras confeccionábamos las Cataratas de 2011, incluíamos entre los mejores discos del año el Left by soft de David Kilgour, hasta la fecha su último trabajo en solitario, al menos que nosotros sepamos. Y hablando de Kilgour, no podíamos obviar bajo ningún concepto a su grupo madre, The Clean, orfebres de un pop y un rock de presencia guadianesca. Pero presencia, ya que una vez entrados en su mundo, es difícil dejarlo. (...)
Como es difícil olvidar todo aquello que se coció durante los años 80 en torno a la ciudad neozelandesa de tolkiano (aunque sea por referencia cinematográfica) nombre, Dunedin. De allí eran los hermanos Kilgour, David y Hamish, que unieron sus guitarras y baterías a diferentes bajistas (Peter Gutteridge, Doug Hood, Robert Scott) para dar cuerpo a las canciones que comenzaban a sembrar bajo el nombre de The Clean.
Y coincidió (no tanto, porque estar en el momento y sitio adecuados requiere una buena parte de esfuerzo) que en la vecina Christchurch, el dueño de una tienda de discos, Roger Shepherd, montaba un sello que con el tiempo devendría de culto, The Flying Nun. Enseguida fijó sus ojos en lo que ya se estaba denominando Dunedin Sound, como tantos cientos de ciudades que alguna vez han tenido asociado a su nombre el apelativo Sound. Por aquella Monja Voladora pasaron lo más granado del pujante kiwi rock, The Bats, The Chills, Tall Dwarfs, The Verlaines, Straitjacket Fits… Siempre resultará hipnótico cómo un simple momento histórico es capaz de reunir una serie de nombres que, si bien quedarán a merced casi exclusiva de los buscadores de oro, son capaces de dejar un legado que resulta asombroso.
Por allí andaban, como decimos, The Clean. Seguir el rastro del trío durante los 80 es más que complicado, porque como culos inquietos, se formaban, se separaban, se arrejuntaban, cambiaban de ciudad, lo volvían a dejar, retomaban la carga… Para esas cifras, citas, semanas, meses o años, está disponible buena información en la Red. A nosotros lo que nos importa es la emoción que puede llegar a sentirse escuchando dos o tres minutos de música que hunde sus raíces en el mejor power-pop, aquel que bebe de las fuentes que manaron de los Byrds, el mejor rock’n’roll, el que hunde sus guitarras en caminos que habían comenzado años antes la Velvet Underground. Unos minutos de gloria que emparentaba directamente con gente que había comenzado un poco antes, como The Feelies, y que influiría, y de qué manera, en los que vendrían después, como Pavement. Con ambos coincidieron en tiempo, en forma y en fondo.
Porque la carrera discográfica de The Clean no tuvo un larga duración hasta 1990, en que la entente Flying Nun / Rough Trade publicaba Vehicle, disco que, por cierto, ha sido reeditado este pasado 2013 y que cualquiera con dos dedos de frente y gusto no debería dejar escapar. Durante los diez años anteriores a ese Vehicle, se habían concentrado, como hemos dicho, en juntarse y separarse, y en ir dejando una serie de singles y ep’s que son pura ambrosía. Desde el fundacional Tally Ho!, puro chicle con Farfisa marcando un ritmo imparable, esencia garagera y saltarina, pasando por Boodle Boodle Boodle, uno de sus primeros éxitos en las listas de Nueva Zelanda, o por esa joya de power-pop que es Oddity, canción que es un primor de energía y melodía (y que años después versionarían los propios Pavement).
Pero cuando, tras sus idas y venidas, publicaron Vehicle, uno sabía que esta gente siempre lo habían tenido. Ese halo mágico para conseguir un clima en base a una nítida mezcla de juegos de guitarras, batería en primer plano, un bajo llevando parte de la melodía con una presencia heredera del primer after-punk, notas de órganos, y todo ello al servicio de la melodía pop. Vehicle es una delicia de cabo a rabo, sin dejar de ser denso, en ocasiones recordando a The Cure, Draw(in)g to a W(h)ole, con restos de la Velvet aquí y allá, I wait around, con melodías arraigadas en los 60, Big Soft Punch, y todas las canciones con el germen más primitivo del que surgiría el mejor pop, Diamond Shine. Lo que crean es un mantra sonoro, que se repite y lleva el peso de las canciones, en el que las guitarras de David Kilgour van serpenteando entre sus compañeros. Un mantra que resulta hipnótico, por más que algunas crónicas señalaran que todo el disco suena muy parecido y pudiera llegar a aburrir. En nuestro caso, nunca lo ha hecho, nos zambullimos y nos dejamos arrastrar, porque es una de esas rodajas que dejan poso, huella.
Cuatro años después publicaban Modern Rock, con más presencia rock, más Velvet, más espacial en algunos casos, Outside the cage, jugando con un dream-pop, pero igual de sabroso. E igual de clarividente para coetáneos, siempre Pavement o unos Yo La Tengo que los citaban como referentes a las primeras de cambio.
Unknown country (1996) anticipaba de alguna manera esa dispersión que ha sido la carrera de sus miembros, y daba paso a un parón que se reanudaría ya en pleno siglo XXI, con Getaway (2001) y Mister Pop (2009).
Y ahí siguen, a salto de mata, juntando fuerza cuando les apetece o sus otros proyectos se lo permiten, con visita al Primavera Sound incluida.
Uno siempre tendrá presente Vehicle y todos sus primeros singles, pero siempre rendirá tributo a toda la carrera del auténtico anillo del tesoro neozelandés.
Suena la corriente: "Big soft punch" - The Clean
Suena la corriente: "Big soft punch" - The Clean
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